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5 razones para celebrar la maternidad por elección propia este Día de la Madre
- 10 de mayo de 2024
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NACIONES UNIDAS, Nueva York - Toda mujer tiene derecho a elegir si quiere ser madre o no. Sin embargo, la realidad es que millones de mujeres y niñas se enfrentan a altas tasas de violencia sexual, a la falta de acceso a anticonceptivos y a restrictivas leyes y normas que limitan su autonomía reproductiva. Para ellas, la decisión reproductiva más importante de su vida no es ninguna decisión.
Este mes, en el que más de 100 países celebran el Día de la Madre, queremos llamar la atención sobre el poder y la importancia de elegir ser madre; un poder al alcance de muy pocas. A continuación, exploramos por qué la elección en la maternidad está arraigada en los derechos humanos, celebramos los avances en el empoderamiento de las mujeres y destacamos dónde se necesita más apoyo. He aquí cinco razones para apoyar la elección este Día de la Madre.
En todo el mundo, innumerables mujeres y niñas no pueden elegir cuándo ni con quién tener hijos, y ni siquiera si quieren tenerlos, y eso supone graves consecuencias para ellas, sus familias y toda la sociedad. Esto es así tanto si una mujer se convierte en madre sin desearlo como si desea serlo pero no puede.
A nivel mundial, casi la mitad de los embarazos son no intencionales. Los datos demuestran que los embarazos no intencionales están relacionados con violaciones de los derechos humanos, angustia psicológica, maltrato infantil, retraso y disminución de las tasas de atención prenatal, lactancia materna y vacunación y mayores tasas de mortalidad materna por abortos en condiciones de riesgo. Las mujeres que desean tener hijos pero no pueden, ya sea por infecundidad, estrés económico u otras razones, a menudo sufren psicológicamente, y en etapas posteriores de su vida también económicamente, y pueden ser objeto de estigma social.
En esencia, privar a las personas de su capacidad reproductiva socava sus aspiraciones a lo largo de la vida afectándolo todo, desde sus futuras oportunidades educativas y profesionales hasta su salud física y mental.
«Las niñas no se quedan embarazadas porque quieran», afirma Mangenda Kamara, cofundadora de un proyecto de orientación para adolescentes embarazadas en Sierra Leona. «Pero la pobreza extrema, así como la violencia y muchos niveles de coacción, incluido el sexo transaccional, limitan sus opciones».
Las niñas y mujeres con estudios tienen más probabilidades de acceder a la atención sanitaria, conocer sus derechos y tener la confianza en sí mismas para actuar en consecuencia. Crear más oportunidades para las mujeres tiene un efecto dominó durante generaciones, ya que es más probable que aquellas que trabajan esperen lo mismo de sus hijas, allanando el camino hacia una mayor igualdad y, a su vez, hacia el empoderamiento económico, social y personal.
Los costes de compaginar la crianza con el empleo pueden ser muy altos, sobre todo para las mujeres, ya que el embarazo puede requerir una salida temporal de la población activa, una reducción de la jornada laboral y una posible pérdida de habilidades, lo que puede disuadir a los empleadores de seguir invirtiendo en personal. Sin embargo, los empleadores son cada vez más conscientes de que apoyar la salud y los derechos sexuales y reproductivos redunda en beneficio de sus propios resultados y, en consecuencia, de las economías nacionales. Un estudio realizado en Kenia demostró que si se cubrieran dos tercios de las necesidades insatisfechas de anticonceptivos modernos del país, su economía experimentaría un aumento del 51 por ciento del PIB per cápita en 2050. Y mujeres como Diana Donțu, directora ejecutiva de una empresa en la República de Moldova, dieron testimonio de los beneficios de las políticas favorables a la familia, como el trabajo desde casa y las guarderías in situ: «Sin estas políticas, habría tenido que buscar otra empresa o dejar de trabajar», afirmó.
La capacidad de elegir la maternidad está intrínsecamente ligada a la igualdad de género: cuando las personas, especialmente las mujeres, tienen el control sobre su vida reproductiva, pueden participar más plenamente en la sociedad y ejercer su derecho a la autonomía corporal.
Sin embargo, las normas de género desiguales niegan a las mujeres el derecho a elegir si quieren tener hijos y cuándo: «Una pariente mía era bastante joven cuando se casó y la presionaron para que se quedara embarazada durante el primer año», comentó una mujer de Jordania al UNFPA. «Los adolescentes y los jóvenes luchan mucho», afirmó un hombre en la República Unida de Tanzanía. «Se les da información inexacta y que provoca miedo».
«Un farmacéutico le dijo a mi amiga que no podía utilizar anticonceptivos de emergencia porque estaba amamantando», explicó otra mujer en España. «Por eso tuvo a su cuarto hijo».
Las normas de género desiguales también están obligando a las mujeres a elegir entre tener los hijos que desean o tener el futuro al que aspiran. Los datos muestran que, a menudo, a las mujeres se las expulsa del mercado laboral tras tener hijos, lo que las obliga a la dependencia o a la precariedad económica. No obstante, cuando consiguen mantener un empleo remunerado, cargan con la mayor parte de los cuidados y las responsabilidades domésticas. «Me quiero casar algún día, pero sólo en determinadas condiciones», comentó Hideko, una administrativa de 22 años de Tokio. «Me gustaría conservar mi trabajo, así que mi pareja y yo tendríamos que compartir las tareas domésticas y la crianza».
Como consecuencia de estas desigualdades, muchas mujeres tienen más hijos de los que desean, mientras que otras quieren tener más hijos de los que tienen. Sin embargo, cuando surgen conversaciones sobre tasas de natalidad y fecundidad, con demasiada frecuencia se ignoran los deseos de las mujeres sobre el tamaño de su familia.
Asfixiar la elección reproductiva provoca profundas consecuencias para las personas, las familias y las comunidades. La falta de hijos involuntaria puede tener graves efectos negativos tanto a nivel psicosocial como económico, especialmente cuando las opciones de reproducción asistida son escasas. La falta de hijos voluntaria se enfrenta a un grave estigma. Tener más hijos de los deseados puede conducir a ciclos de pobreza, limitar el acceso a la escolarización y, especialmente en el caso de niñas y adolescentes, conlleva un alto riesgo de mortalidad.
Sin embargo, el mundo no le está dando prioridad a la toma de decisiones reproductivas de las mujeres. El último informe insignia del UNFPA revela que, en 69 países, una cuarta parte de las mujeres sigue sin poder tomar sus propias decisiones en materia de salud. Una cuarta parte no puede negarse a mantener relaciones sexuales con su marido o pareja. Casi 1 de cada 10 no puede decidir sobre opciones de anticoncepción. Además, el UNFPA dispone por primera vez de datos de tendencias sobre la capacidad de las mujeres para tomar sus propias decisiones en materia de salud sexual y reproductiva y, de los 32 países con datos, el 40% ve que la autonomía corporal de las mujeres disminuye con el tiempo.
El derecho a decidir quedarse embarazada está ligado a muchos otros: el derecho a ser dueña de su cuerpo y de su futuro, el derecho a recibir asistencia sanitaria, el derecho a criar a sus hijos en un entorno seguro y sano. Para muchas mujeres, esa capacidad sigue estando fuera de su alcance: «La mayoría de las mujeres siguen necesitando el consentimiento de sus parejas para obtener un método de planificación familiar en una clínica», afirmó una mujer de Nigeria. «Los hombres influyen en las decisiones de las mujeres». A veces, es una cuestión de oferta y demanda lo que determina el destino de una familia: «En la mayoría de los casos, las opciones anticonceptivas vienen determinadas por la disponibilidad, no es una cuestión de elección», explicó un hombre de Uganda.
Por otro lado, el apoyo al empoderamiento y la capacidad de elección de las mujeres puede favorecer el desarrollo de todas las personas. Lo vemos en la creciente inclusión de los movimientos comunitarios y en los vínculos que se están forjando entre grupos feministas, LGBTQIA+ y de justicia racial. «Un amplio abanico de personas, desde feministas hasta grupos indígenas, pasando por activistas juveniles y climáticos, ya están señalando el camino hacia un futuro más justo y compartido», declaró la Directora Ejecutiva del UNFPA, la Dra. Natalia Kanem.
«Nuestra resiliencia no proviene de ningún hilo individual, sino que emana de un todo entrelazado y colectivo. Ésa es nuestra fuerza y así es como avanzaremos y triunfaremos: trabajando juntos».