Si preguntamos a las personas cómo definirían la educación sexual integral, probablemente obtendremos respuestas muy diversas y seguramente repletas de desinformación y confusión.
La verdad es como sigue: la educación sexual integral es un proceso de enseñanza de los aspectos emocionales, físicos y sociales de la sexualidad, con el objetivo de ayudar a las y los niños a mantenerse protegidos y a prepararse para el futuro. Conlleva menos embarazos, menos enfermedades y menos abusos. Enseña a las personas jóvenes sobre el desarrollo humano, la reproducción y las relaciones sanas, además de a reconocer el abuso, resistir la presión de grupo y entender el consentimiento.
Salva vidas.
Nada de esto es nuevo. La educación sexual integral lleva décadas formando parte de la educación de las y los adolescentes. Cuando se aplica correctamente, la imparten docentes capacitados y de confianza, y se adapta a la edad y la cultura de las y los niños. Proporciona a las personas jóvenes información precisa y sin prejuicios, garantizando que no tengan que recurrir a la pornografía, a rumores o a fuentes en línea poco fiables para aprender sobre sexualidad.
El UNFPA, el organismo de las Naciones Unidas encargado de la salud sexual y reproductiva, trabaja con gobiernos de todo el mundo para proporcionar una educación sexual integral, tanto dentro como fuera de las escuelas, a través de la formación y la divulgación basadas en la comunidad. El UNFPA también promueve políticas e inversiones en programas que cumplan las normas acordadas internacionalmente.
Sin duda, la oposición a la salud, los derechos, la educación y los servicios sexuales y reproductivos tampoco es nueva. La educación sexual integral, en particular para las personas jóvenes, ha sido durante mucho tiempo un punto crítico para los antagonistas. En los últimos años, se ha politizado cada vez más en contextos nacionales, regionales y mundiales. Aunque en muchas partes del mundo existe el consenso de que puede abordar prioridades nacionales, como la reducción de los embarazos en adolescentes, la violencia de género y las infecciones de transmisión sexual, los esfuerzos por sembrar la duda son cada vez mayores.
La retórica de los opositores sigue siendo notablemente coherente. A continuación incluimos, y desmentimos, 10 mitos comunes.
Hace todo lo contrario. La educación sexual integral enseña a los niños amenazas como la depredación, la captación y el abuso sexual y a buscar ayuda. Esto protege y empodera a las y los jóvenes, ayudándoles a crecer de forma segura.
«Toda persona debe saber que su cuerpo le pertenece a ella y sólo a ella, y que nadie más tiene derecho a interferir», ha declarado Rabaa Guesmi, educadora sexual integral que recibió formación del UNFPA en Susa, Túnez.
Zandile Simelane, activista en favor de las personas jóvenes de Durban, en Sudáfrica, comentó al UNFPA que ella misma podría haberse beneficiado de una educación sexual integral. Era una adolescente cuando su vida dio un vuelco. «A los 17 años me diagnosticaron VIH», explicó.
La noticia la conmocionó. En su escuela no se había impartido educación sexual, por lo que no estaba preparada para protegerse. «Sé exactamente cómo me contagié. Me lo transmitió un bendecidor», afirma. «Bendecidor» es el término utilizado para describir a un hombre mayor que «bendice» a niñas y mujeres jóvenes con teléfonos móviles, el pago de cuotas escolares u otros regalos, a menudo a cambio de sexo.
La Sra. Simelane comenzó a participar activamente en organizaciones juveniles como la Red Africana de Jóvenes y Adolescentes, apoyada por el UNFPA, y compartió su historia para ayudar a otras a evitar su experiencia.
Los efectos negativos, o en el mejor de los casos insignificantes, de la educación basada únicamente en la abstinencia están bien documentados. No reduce las tasas de natalidad en adolescentes ni las de VIH y otras infecciones de transmisión sexual. Las personas que siguen una educación basada únicamente en la abstinencia también tienen menos probabilidades de utilizar métodos anticonceptivos, corren un mayor riesgo de contraer el VPH, o virus del papiloma humano, y presentan tasas más elevadas de embarazos fuera del matrimonio.
Thiri* se encuentra entre las personas jóvenes que podrían haberse beneficiado de la educación sexual. Quedó embarazada con sólo 15 años en Yangon, Myanmar. «Mi novio y yo estábamos enamorados», declaró al UNFPA. «Estábamos muy unidos y éramos muy cariñosos el uno con el otro». El embarazo lo cambió todo. «Estaba destrozada. Siempre me había gustado ir a la escuela, pero cuando quedé embarazada, me vi obligada a dejarla». Rápidamente se concertó un matrimonio. Thiri se fue a vivir con los padres de su esposo y dio a luz a una niña. Su marido pudo seguir en la escuela; cuando se graduó, se marchó de casa para seguir estudiando. Thiri apenas sabía nada de él y el matrimonio se derrumbó.
Aun así, Thiri tuvo suerte: su madre la defendió a pesar del estigma de la comunidad. Thiri y su hija volvieron a casa de sus padres, donde retomó los planes de continuar su educación. Hoy piensa en las cosas que no aprendió en la escuela y que podrían haberla ayudado a evitar el embarazo. «Nunca aprendí estas cosas en la escuela ni en ningún otro sitio», afirma. «Antes de quedar embarazada, no entendía realmente las consecuencias de nuestro amor».
Las investigaciones demuestran que a menudo lleva a las y los jóvenes a empezar a tener relaciones sexuales más tarde, así como a tener relaciones sexuales más seguras y menos parejas sexuales.
En Viet Nam, Linh Hoang ha encontrado una forma innovadora de ayudar a difundir este mensaje. Fundadora y directora general de la plataforma de educación sexual integral TeenUp, ayuda a impartir lecciones apropiadas para cada edad y cultura a través de una aplicación que abarca temas como la anticoncepción y la higiene personal. Gracias a la colaboración con escuelas locales y educadores capacitados, su proyecto ha llegado a más de 50.000 niños y padres, cambiando percepciones y fomentando conversaciones saludables.
Una iniciativa así pudo haber cambiado la vida de Sithu*, de 21 años, en Myanmar. «Si hubiera sabido sobre el sexo seguro en mi adolescencia, mi vida habría sido distinta», aseguró al UNFPA. Describió cómo había contraído el VIH tras intimar dos veces con su pareja, lo que le dejó destrozado. Nunca había recibido ningún tipo de educación sexual integral, ni en la escuela ni en ningún otro lugar.
Al final, Sithu decidió utilizar su experiencia para ayudar a los demás. «Quiero ofrecer información y educación sexual a tantos adolescentes y jóvenes como sea posible», afirma. «Lo que yo he vivido no se puede revertir, pero quiero compartir mi historia para salvar a otros jóvenes».
El contenido de la educación sexual integral se adapta a los contextos locales y se imparte con el apoyo de los líderes culturales de la comunidad.
En Bhután, por ejemplo, el UNFPA trabaja con monjes para impartir educación sexual integral. «Se ha producido un cambio en la mentalidad de los monjes, que ahora debaten y defienden libremente cuestiones de violencia sexual y de género que en el pasado se percibían como una cuestión privada», comentó al UNFPA Lopen Sherab Dorji, del Cuerpo Monástico Central, uno de los primeros monjes en adoptar la iniciativa. Las monjas de Bhután también han recibido formación para desempeñar un papel crucial en sus comunidades, impartiendo conocimientos sanitarios a las mujeres rurales sobre cuestiones como la importancia de la higiene menstrual, los métodos anticonceptivos y la planificación familiar.
En la India, un acuerdo entre el UNFPA y responsables de educación del estado de Bihar llevó a instituciones islámicas tradicionales a poner en marcha una poderosa iniciativa, proporcionando a las y los adolescentes información culturalmente pertinente y adecuada a su edad para promover habilidades y actitudes saludables para responder a situaciones de la vida real. La Universidad Jamia Millia Islamia de Nueva Delhi y la Universidad Nacional Urdu Maulana Azad de Hyderabad ayudaron a poner en marcha el programa, con el objetivo de llegar a decenas de miles de jóvenes.
La educación sexual integral no promueve ni hace campaña a favor de ningún «estilo de vida» en particular, sino que promueve la salud y el bienestar de todos, en todas partes. Dicho esto, también reconoce la necesidad de salvaguardar los derechos de las personas LGBTQIA+ y de género diverso.
Kyal Sin Htet, educadora entre pares LGBTQIA+ del Estado de Mon, en Myanmar, creció enfrentando la discriminación y el aislamiento. «Descubrí mi identidad de género cuando sólo tenía 10 años», explicó al UNFPA. «Cuando exploré mi identidad a través del maquillaje de mi madre, la reacción fue inmediata, tanto en casa como en la escuela».
Su experiencia, marcada por el acoso y la exclusión, dio forma a su determinación. Trabajando con un asociado local del UNFPA, empezó a visitar comunidades, frecuentando lugares donde se reúnen personas LGBTQIA+, para proporcionar información sobre salud sexual y reproductiva, así como para ofrecer apoyo en cuestiones relacionadas con la igualdad de género y los derechos humanos. De este modo, empezó a desmentir mitos y a crear un espacio de aprendizaje y solidaridad en la comunidad.
Los niños enfrentarán cuestiones relacionadas con la sexualidad en algún momento, nos guste o no, por lo que es esencial que estén informados y preparados para afrontarlas. Una educación sexual integral les proporciona los conocimientos y habilidades adecuados a su edad que les ayudan a evitar los embarazos en la adolescencia, a entender el consentimiento, a tomar decisiones responsables y a reconocer la depredación y el abuso.
Esta educación suele ser importante para los miembros de comunidades marginadas y vulnerables. En la República de Moldova, por ejemplo, un espacio seguro apoyado por el UNFPA ayuda a las y los jóvenes romaníes que han huido de la guerra en Ucrania proporcionándoles servicios que incluyen educación sexual integral. Se trata de algo inédito para la comunidad: «No se han prestado este tipo de servicios entre este grupo de población romaní en Ucrania», declaró al UNFPA Sahin Rădiță, coordinador del centro, señalando que la educación sexual se había considerado tabú durante mucho tiempo. Como miembro de la comunidad romaní, explicó que el centro logra un equilibrio entre la necesidad de información sobre salud sexual y reproductiva y la necesidad de respetar las normas y valores romaníes.
«Nuestros servicios son bien acogidos, incluso necesarios, pero requieren un enfoque específico, que tenga en cuenta la cultura y las costumbres romaníes», afirmó el Sr. Rădiță, añadiendo que ha visto importantes avances. «Al principio, no sólo los padres sino también los jóvenes se mostraban escépticos ante las actividades que realizábamos, pero una vez vieron el efecto de estas actividades, conseguimos una asistencia estable de las y los jóvenes y la plena confianza de sus padres».
La educación sexual integral debe ser científicamente precisa, sin prejuicios y adecuada a la edad y el desarrollo. A falta de esa educación, las niñas, los niños y las personas jóvenes pueden ser vulnerables a mensajes contradictorios o perjudiciales de sus compañeros, de las redes sociales y de otras fuentes.
En Angola, una iniciativa apoyada por el UNFPA está aprovechando el poder de las y los jóvenes para que se conviertan en educadores entre ellos, capacitándolos, de manera adecuada a su edad, para dirigir debates entre miles de mujeres jóvenes y niñas sobre salud sexual y reproductiva. «Está cambiando vidas y empoderando a la juventud», explicó al UNFPA Silvia Francisco, activista por los derechos de las personas jóvenes en la ciudad de Luanda, señalando que este tipo de educación está ayudando a superar retos muy arraigados en el país.
«Transmitir información sobre sexualidad ha sido una batalla constante porque todavía hay padres que piensan que hablar de ello con adolescentes y jóvenes les incitará a tener relaciones sexuales», afirmó la Sra. Francisco. «No obstante, desde el programa siempre transmitimos un mensaje de protección y alentamos a retrasar las relaciones en la adolescencia».
En Mongolia, Adiya, de 18 años, que vive con una discapacidad visual, es una de las muchas estudiantes que se benefician de la educación sexual integral en su escuela secundaria de Ulaanbaatar. «Las lecciones me permitieron comunicarme eficazmente con mi familia y con los profesionales sanitarios sobre mi salud sexual y reproductiva», declaró al UNFPA. Es un paso clave: según un estudio del UNFPA, los jóvenes con discapacidad de todo el mundo muestran un escaso conocimiento sobre su salud sexual y reproductiva, incluido el uso del preservativo y otros anticonceptivos.
En Egipto, Rabaa Abdel Hamid aprendió sobre salud reproductiva en el grupo de teatro juvenil Nawah, una iniciativa apoyada por el UNFPA que permite a las personas jóvenes aprender representando distintas realidades sobre el escenario. La Sra. Hamid hizo suyos los ejercicios y llegó a ser la líder del grupo. «Trabajé duro para convertirme en entrenadora en salud reproductiva», reveló. «Pasé de no tener conocimiento sobre muchos temas a ser una persona que puede hablar con cientos de personas sobre estas cuestiones».
En tanto que, en S
enegal, Khady, de 19 años, se inscribió para el primer examen ginecológico de su vida tras asistir a una sesión de sexualidad integral con otras personas jóvenes en una playa local cerca de Dakar. «He aprendido mucho sobre mi salud», señaló al UNFPA, apuntando que es difícil para las y los jóvenes encontrar información sobre salud sexual y reproductiva en su país, lo que hace que las lecciones sean especialmente valiosas para ella y sus amigos.
La educación sexual integral no fomenta la masturbación. Los niños empiezan a explorar su cuerpo a través de la vista y el tacto a una edad relativamente temprana. Los educadores les hacen saber que se trata de una práctica normal.
Cuando se tratan temas delicados como éste, las y los docentes reciben formación sobre cómo responder a las preguntas formuladas por las personas jóvenes, que a menudo tratan de desmentir mitos e ideas erróneas sobre la masturbación. Las y los docentes proporcionan información objetiva y no moralizante.
La educación sexual integral protege a las y los niños y nunca pide la despenalización de las relaciones sexuales de adultos con niños, ni la abolición de la edad de consentimiento. El abuso sexual de menores es un delito que la educación sexual integral contribuye a erradicar.
Entre los que tratan de ayudar a proteger a los niños se encuentra una joven superviviente de abusos llamada Tigist, en Etiopía. En sus primeros años de adolescencia, fue violada y quedó embarazada en la casa donde trabajaba como empleada doméstica en Addis Abeba. Luego la despidieron. Para sobrevivir y mantener a su hijo se dedicó al trabajo sexual. Cuando la tensión psicológica, social y económica se hizo insostenible, conoció a un agente de extensión de un asociado local del UNFPA y empezó a asistir a sesiones de asesoramiento en grupo y educación entre pares. Aprendió rápido y ahora se está formando para convertirse en educadora entre pares.
La sexualidad es inherente a la experiencia humana durante toda nuestra existencia. La educación sexual integral es un proceso que dura toda la vida y es pertinente a todas las edades. Mucho antes de que los niños más pequeños piensen en tener relaciones sexuales, este tipo de educación puede ayudarles a conocer su cuerpo, sus emociones, su vida familiar, sus relaciones, los principios básicos del consentimiento y qué hacer si sufren o son testigos de violencia o abusos.
«He visto a niñas quedar embarazadas, convertirse en víctimas de la violencia y ser seropositivas, y no quiero convertirme en una de ellas», declaró al UNFPA Lydia, una estudiante de 13 años de la Escuela Básica Kabulonga de Lusaka, en Zambia. Ella y sus compañeros se benefician de una educación sexual integral impartida por docentes que recibieron formación del UNFPA.
Las y los adolescentes en Zambia, especialmente las niñas, enfrentan obstáculos constantes para acceder a la información y los servicios de salud sexual y reproductiva, con el estigma en la comunidad y la discriminación de los profesionales sanitarios que impiden que muchos reciban la atención y la información que necesitan para mantenerse a salvo. «Estoy contenta de que nos hayan enseñado en la escuela cómo podemos protegernos las niñas», afirma Lydia.
*Se han cambiado los nombres por motivos de privacidad y protección.
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