Ecuador
*El nombre y los datos de identificación se han modificado por motivos de privacidad y protección.
Fotografía utilizada solo con fines de representación y que no representa la persona de la historia
Después de poner fin a una relación, mi exnovio comenzó a escribirme y a llamarme sin parar. Llegó a un punto en el que me vi obligada a bloquearlo en todas las redes sociales, pero aun así podía ver cuántas veces había intentado ponerse en contacto conmigo todos los días. Un mes después de la ruptura, vino a mi casa. Tratamos de reanudar la relación, pero al cabo de tres días ya no me sentía segura. Volvió a enviarme mensajes y a llamarme constantemente. Me dijo que se mataría, que había tenido un accidente y que casi muere, que había cambiado, que iba a ser una persona mejor. Él siguió escribiendo y llamándome, repitiendo lo mismo.
Yo quería presentar una denuncia por violencia psicológica en un juzgado, pero tenía que hacerlo por Internet y la página no funcionaba. Mi abogado me propuso que acudiese a la policía, desde donde me enviaron de un lugar a otro hasta que terminé en una comisaría que estaba cerrada ese día. Mi abogado y yo volvimos al juzgado para presentar una denuncia por violencia física para acelerar el proceso. Una semana antes, mi ex me había golpeado la cabeza contra la puerta y me había pegado en los brazos y una mano, pero solamente pude denunciar la herida abierta de la mano porque las otras lesiones no eran visibles.
Aunque contaba con medidas de protección, como un botón de pánico, continuó enviando mensajes, haciendo llamadas y videollamadas, y enviando solicitudes de Instagram. Decidí usar sus mensajes como pruebas de su acoso continuo, pero también llamaba desde otros números, así que empecé a evitar responder a números desconocidos casi todos los días.
Dos meses después, en el juicio, durante el cual siguió enviándome mensajes de amor, fue declarado inocente. Pedimos que las llamadas telefónicas insistentes fuesen utilizadas como prueba de su acoso, pero lo rechazaron. La jueza mencionó que no tenía en cuenta las acusaciones de violencia psicológica porque la denuncia trataba específicamente de violencia física.
El juzgado me hizo sentir culpable al decirme que considerara que la denuncia podría afectar la vida del perpetrador y su capacidad para encontrar trabajo. El experto en psicología me dijo que todo había sucedido porque yo le dejé que volviera conmigo. Me sentí impotente al ver que el sistema judicial no consideraba su actitud como acoso.