El hombre comenzó a chantajearme. Si no salía con él y sus amigos, si no satisfacía sus deseos, publicaría mis fotos y videos en Internet. En el Yemen, el sexo antes del matrimonio es un tabú. Durante tres meses, viví con mucho miedo, en un estado de parálisis. Si mi familia llegaba a enterarse, me matarían. Realmente no sabía qué hacer. Pensaba que era imposible encontrar una solución e
“ incluso pensé en suicidarme para no ensuciar mi reputación y la de mi familia.”
Un día vi una publicación en Facebook sobre el asesoramiento psicológico y jurídico que ofrecía la Unión de Mujeres Yemeníes [con el apoyo del UNFPA]. Llamé inmediatamente y le expliqué todo a un asesor legal. También recibí apoyo psicosocial, primero por teléfono y luego presencialmente en un espacio seguro para mujeres y niñas donde me pude reunir con un abogado.
Mi abogado pudo identificar al hombre rastreando su número de teléfono. Cuando fui a la comisaría de policía para denunciarlo, me enteré de que había hecho lo mismo con otras mujeres. Fue detenido y estuvo encarcelado durante una semana. Su teléfono fue confiscado y todas las fotos y videos fueron destruidos. Ya nunca lo volverá a hacer y está siendo vigilado por la oficina de investigación penal.
Una vez cerrado mi caso, seguí acudiendo al espacio seguro, donde hice cursos de preparación para la vida cotidiana y aprendí a coser. El espacio seguro me concedió una subvención de empoderamiento económico con la que puse en marcha una empresa de confección en la que diseñaba vestidos y cosía mascarillas para contribuir a la lucha contra la pandemia.
Ahora tengo más cuidado en las redes sociales; no todo el mundo está ahí para prestar ayuda de forma gratuita. Todo tiene un precio.
En una encuesta efectuada con mujeres en
9 países
de los Estados árabes, el acoso en línea fue el tipo de violencia de género que con mayor frecuencia se denunció en los primeros meses de la pandemia de COVID-19.
– ONU Mujeres