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El fin de la mutilación genital femenina viene del corazón de una comunidad
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El fin de la mutilación genital femenina viene del corazón de una comunidad
La mutilación genital femenina (MGF) implica lesionar o alterar los genitales de las niñas por razones no médicas. Se practica en todo el mundo, y al día de hoy, afecta a 200 millones de mujeres y niñas vivas. Es una violación de los derechos humanos que se sustenta en la desigualdad de género, la cual perpetúa.
Cuando se mutila a las niñas, estas corren riesgo de hemorragias, infecciones y otras complicaciones graves que pueden ser mortales. Las sobrevivientes llevan cicatrices físicas y psicológicas de por vida, y enfrentan mayores riesgos de morir en el parto.
En Etiopía, como en muchos lugares, la práctica ha disminuido en las últimas décadas (hoy afecta al 65 % de las niñas y mujeres, en comparación con el 80 % en el año 2000). La región de Afar, donde vive Abida, es una de las dos regiones donde la prevalencia sigue siendo muy alta, pues actualmente es del 91 %. La tasa de mortalidad materna en la región es cinco veces superior al promedio nacional.
No obstante, aquí también se está produciendo un cambio. Uno que se origina en el corazón de las comunidades, promovido por mujeres como Abida Dawud, Zahra Mohammed Ahmed y Khadija Mohammed, que están realizando esfuerzos para evitarles a sus hijas y nietas el dolor y la pérdida que ellas han sufrido.
Aproximadamente 8 de cada 10 niñas y mujeres, y 9 de cada 10 niños y hombres se oponen a la práctica, pero debido a que está arraigada en las normas sociales (y es sustentada por la presión social), puede persistir incluso en un entorno en que cada vez más personas piensan que debe desaparecer.
La mutilación genital femenina termina cuando comunidades enteras se comprometen a abandonarla.
Llegar a ese punto implica trabajar en muchos niveles, desde el ámbito de las políticas y las leyes hasta el de la educación, la sanidad y los servicios sociales, y supone lograr el diálogo entre dirigentes locales, eruditos religiosos y miembros de la comunidad.
El proceso se basa en el respeto de la cultura de cada comunidad, partiendo de sus valores y fomentando la participación de sus dirigentes a fin de lograr un cambio duradero desde el interior.
Es una estrategia que funciona. En Afar, la prevalencia ha disminuido considerablemente en las zonas donde el Programa conjunto para eliminar la mutilación genital femenina, del UNFPA y el UNICEF, ha apoyado estas intervenciones holísticas de múltiples niveles. Se ha reducido al 31 % en algunos distritos. Seis distritos han hecho declaraciones públicas colectivas de abandono de la práctica.
A menos que la detengamos, la próxima generación podría practicar la MGF. Debemos ponerle fin ya.
Para la generación de sus hijas, el fin de la mutilación genital femenina, el matrimonio infantil y otras prácticas nocivas abre nuevas perspectivas para la salud, la educación y el empoderamiento de las mujeres.
Este año, la Cumbre de Nairobi sobre la CIPD25 ofrece la oportunidad de un compromiso mundial renovado para poner fin a las prácticas nocivas que perpetúan la desigualdad de género y violan los derechos humanos de mujeres y niñas.
La urgencia es tan grande como siempre. La mutilación genital femenina está disminuyendo, pero no lo suficientemente rápido.
La cuestión sigue siendo tan urgente como siempre. La mutilación genital femenina está disminuyendo, pero no lo suficientemente rápido. A mediados de los años ochenta la proporción era 1 de cada 2, pero en los países donde es más frecuente, las poblaciones van aumentando, y junto con estas el número de niñas en situación de riesgo.
Al ritmo actual, para 2030 se habrá mutilado a 68 millones de niñas en todo el mundo. Es hora de intensificar las medidas encaminadas a eliminar la mutilación genital femenina.