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Reportaje fotográfico
La República Democrática del Congo es un país en crisis, pues enfrenta un legado de violencia sexual, guerra prolongada y altas tasas de mortalidad materna; y sin embargo, en gran medida todo esto se pasa por alto.
Un conflicto cada vez mayor entre los grupos armados y los ejércitos nacionales en el este ha obligado a unos 5,8 millones de personas a abandonar sus hogares desde marzo de 2022, lo que ha agravado una crisis humanitaria de larga data en el país, agravada por los desastres climáticos y las enfermedades recurrentes. La infraestructura médica es deficiente y el acceso a los servicios de salud reproductiva está gravemente limitado. Y esto ocurre en medio de un aumento alarmante de la violencia de género.
“En este período de conflicto, vivimos bajo profundo estrés”, lamenta la partera Esther Okunia, que ha huido de su hogar en la provincia de Ituri tan a menudo, que “se ha convertido en una forma de vida”. Al describir el caos del desarraigo, cuenta que “a veces nos movilizamos por separado, el padre solo, la madre con algunos de los hijos, y a veces, los niños sin sus padres. Siempre les digo a mis hijos, ‘cuando esto suceda y estén en la escuela o fuera de casa, sigan a la multitud, no se desvíen y nunca salgan solos’”.
El UNFPA trabaja con asociados para ayudar a las mujeres y las niñas en todo el país, incluso con la distribución de medicamentos y suministros y el despliegue de parteras y equipos móviles de salud. Se están ampliando los espacios seguros para que las sobrevivientes de violencia de género puedan acceder a apoyo médico, psicosocial y jurídico.
No obstante, queda mucho más por hacer. A continuación cinco medidas que las y los líderes deben tomar para cambiar la vida de las mujeres y las niñas:
Hay alrededor de 7,2 millones de personas desplazadas internamente en todo el país, cifra que incluye más de 860.000 mujeres en edad fértil. Muchas de esas personas viven en lugares y refugios hacinados, en condiciones que aumentan el riesgo de violencia de género para las mujeres y las niñas, además de embarazos no planificados, complicaciones obstétricas desatendidas y muertes maternas.
En medio de los intensos combates en la zona este, se ha disparado la violencia sexual, que es cada vez más utilizada por los grupos armados como táctica para aterrorizar y controlar a las personas. Las mujeres y las niñas que viven en campamentos de desplazados en esas zonas de conflicto corren mayor riesgo, especialmente cuando tienen que salir de los campamentos para encontrar suministros para sus necesidades básicas, como leña para cocinar.
Eso le pasó a Anny (cuyo nombre ha cambiado por motivos de privacidad) y a su hija adolescente en el campamento de Bulengo, en Kivu del Norte. Como no tenían electricidad, gas ni acceso a servicios básicos, tuvieron que salir del campamento en busca de leña para cocinar. Cuando comenzaron a recoger madera de un bosque cercano, hombres armados las atacaron y las violaron a punta de pistola.
De vuelta en el campamento y recuperándose del trauma, Anny y su hija encontraron un apoyo muy necesario: en una sesión semanal de información con el apoyo del UNFPA, se enteraron de que podían recibir atención médica y apoyo psicosocial en una clínica móvil y un espacio seguro, lo que les ayudó a comenzar a recuperarse.
Para muchas sobrevivientes de violencia sexual, el acceso a apoyo médico y psicológico integral es limitado. Por otor lado, muchas mujeres no denuncian casos de violación, a pesar de los esfuerzos que se realizan para crear conciencia, debido a que impera una cultura del silencio en torno a la violencia sexual, explica Okunia, la partera de Ituri.
En los centros de salud y las clínicas móviles apoyadas por el UNFPA, profesionales capacitados prestan asistencia confidencial y de calidad. Sin embargo, se necesita mucho más apoyo de los donantes mundiales para cubrir tan acuciante necesidad.
Es crucial que las mujeres y las niñas desempeñen un papel activo en perfilar su futuro. Crear conciencia sobre los servicios de salud sexual y reproductiva, incluida la planificación familiar, la atención de la salud materna y la educación sexual integral, puede empoderarlas para planificar sus vidas y conocer sus derechos reproductivos, además de abogar por un entorno social y legal en el que puedan ejercer todos sus derechos.
Con ese fin, en las provincias orientales de Kivu del Norte, Kivu del Sur e Ituri, asoladas por el conflicto, las iniciativas apoyadas por el UNFPA han sensibilizado a más de 17.000 personas sobre la salud reproductiva, la planificación familiar y la violencia de género. además de haber distribuido más de 22.000 preservativos masculinos y femeninos, pasos importantes con miras al cambio.
El acceso a los servicios de salud sexual y reproductiva resulta sumamente difícil para las mujeres y las niñas. La infraestructura de salud del país era ya débil incluso antes de la escalada de la violencia actual en la zona este. El aumento de la violencia ha dificultado aún más el acceso a la atención materna y neonatal, incluida la atención obstétrica de emergencia, así como el acceso a la planificación familiar.
“El conflicto plantea muchos riesgos para las embarazadas”, afirma la Sra. Okunia, recordando un momento desgarrador en el que tuvo que usar sus conocimientos de partería mientras huía de la guerra: “Huíamos de los enfrentamientos entre el ejército nacional y el grupo rebelde”, relata. “Encontré a una mujer embarazada que había entrado en labor de parto y no tenía a nadie que la ayudara. Decidí ayudarla a pesar de que no llevaba equipo conmigo. La ayudé a dar a luz con mis propias manos y sin guantes protectores. Usé cáñamo para cortar el cordón umbilical del recién nacido, lo que puso en peligro la vida de la madre y del recién nacido, así como la mía”.
Ahora, asegura, gracias en parte a la capacitación y el apoyo del UNFPA, viaja con suministros médicos. “Siempre llevo un kit con todo lo que necesito para salvar la vida de mujeres y recién nacidos en todo momento”.
Mejorar el acceso a la atención reproductiva y la planificación familiar ayudará a construir una población más sana, próspera y resiliente. Actualmente, de 3 a 4 mujeres mueren por hora debido a complicaciones del embarazo y el parto: una tasa de mortalidad materna inaceptablemente alta. Entre 2014 y 2017, el índice de mortalidad materna disminuyó de 846 a 473 muertes por cada 100.000 nacidos vivos, pero desde entonces se ha revertido el progreso. En 2020, el índice aumentó a 547 muertes por cada 100.000 nacidos vivos.
Es vital que se invierta más en servicios de salud sexual y reproductiva para retomar el rumbo. La participación de las mujeres y las niñas en iniciativas para promover la planificación familiar y los servicios de salud materna ayudará a reducir los embarazos no planificados y a aumentar el acceso a servicios vitales.
Las mujeres y las niñas constituyen la mayor parte de la población del país. Si se fortalece su capacidad económica y política y se les da voz en los esfuerzos de consolidación de la paz, pueden convertirse en contribuyentes empoderadas del desarrollo del país y, lo que es crucial, pueden contribuir a un futuro más pacífico.
Como caso concreto: las iniciativas de paz apoyadas por el UNFPA en las comunidades de Kirotshe, Nyiragongo y Karisimbi, en las que participan mujeres y hombres de distintas culturas, han dado lugar a la desradicalización de 200 jóvenes que viven en campamentos de desplazados, así como el compromiso de más de 1.000 personas desplazadas de promover la cohesión social intercultural y crear directrices para prevenir y gestionar los conflictos en los campamentos.
La participación de las mujeres en los procesos de paz contribuye a la implementación y durabilidad de los acuerdos de paz, según ha demostrado la investigación. Cuando las mujeres participan en las conversaciones de paz, se amplían los elementos incluidos en los acuerdos de paz, incluidas las cuestiones cruciales relacionadas con el género. También hay una mayor presión sobre las partes para que lleguen a un acuerdo o vuelvan a la mesa de negociaciones cuando decaiga el ritmo de las conversaciones. Sin embargo, existe una resistencia persistente entre los funcionarios mundiales a incluir a las mujeres. Ha llegado el momento de que eso cambie.
La escasez crónica de fondos de donantes internacionales significa que las mujeres y niñas vulnerables no reciben la atención adecuada. En 2023, el UNFPA pidió casi 98 millones de dólares en fondos para cubrir las necesidades de mujeres y niñas, pero recibió la insignificante cantidad de 18,6 millones. Esta brecha significa la muerte y el sufrimiento de cientos de miles de mujeres y niñas.
Para fortalecer los servicios de salud reproductiva y protección para las mujeres y niñas más vulnerables de Kivu del Norte, Kivu del Sur e Ituri, el UNFPA había pedido casi 19 millones de dólares en 2023, pero sólo recibió el 60 %. El UNFPA apoya 17 espacios seguros, que proporcionan servicios que incluyen apoyo psicosocial y capacitación en habilidades como la fabricación de cestas y la tintorería para que las mujeres logren cierta independencia económica, así como 10 centros de salud que brindan atención médica a las sobrevivientes de violencia de género.
Una financiación flexible y rápida permitirá al UNFPA y a sus asociados establecer más clínicas móviles de salud y espacios seguros, distribuir suministros vitales y apoyar el despliegue de más trabajadores esenciales, incluidas parteras y gestores de casos de violencia de género, entre muchos otros.
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