24 Noviembre 2024

Aisha* tenía 16 años cuando se halló sola, en medio de la guerra. 

Había estado viviendo con su madre en Jartum, la capital de Sudán, pero cuando su madre murió de insuficiencia renal en la primavera de 2023, la adolescente quedó sola. Al mismo tiempo, estallaba la guerra civil a su alrededor. “Al principio, mis vecinos me ayudaban bastante; me llevaban comida”, relató, “pero a medida que se intensificaban los combates en nuestra zona, la gente comenzó a irse”. Eventualmente, no tuvo más remedio que salir de casa para encontrar alimentos y suministros. 

Los combatientes se dieron cuenta. Una noche, dos hombres armados llegaron a su puerta. “Me preguntaron si había hombres en la casa”, recordó. “Tenía tanto miedo que dije que no” Los hombres se fueron, y ella rápidamente cerró la puerta, pero regresaron más tarde esa misma noche.

“Alrededor de las 9 p.m., escuché ruidos dentro de la casa”, dijo. Aterrorizada, se escondió debajo de su cama. “De repente dos hombres armados entraron en mi habitación. Me apuntaron a la cabeza y me golpearon con sus armas. Uno de ellos apretó su arma contra mi cabeza mientras el otro empezaba a quitarme la ropa, y me violó mientras el otro observaba. Después, intercambiaron roles”.

Ese fue solo el comienzo de su impensable prueba. Al día siguiente, los hombres regresaron, esta vez con dos hombres más. “Se quedaron cuatro noches, haciéndome lo mismo repetidas veces”, indicó Aisha. 

Lo trágico de esto es que su experiencia no es infrecuente. En todo el mundo, la intensificación de los conflictos y las crisis climáticas están provocando niveles récord de desplazamiento e inestabilidad, que exponen a las mujeres y las niñas a riesgos cada vez mayores de violencia de género . En 2023 se registró un aumento del 50 % en las violaciones y la violencia sexual cometidas en medio de conflictos en comparación con el año anterior.

Para las mujeres y niñas obligadas a abandonar sus hogares (ya sea en viajes largos o cortos, y en los lugares donde buscan refugio), la creciente amenaza de violencia incluye agresiones sexuales y físicas, violación, matrimonio infantil y forzado, abuso psicológico y otras formas de explotación. Asombrosamente, el 70 % de las mujeres son víctimas de violencia de género en las zonas de crisis. 

Con motivo de los 16 Días de Activismo contra la Violencia de Género de este año, el UNFPA, la agencia de la @ONU_es para la salud sexual y reproductiva, está llamando la atención sobre los aumentados riesgos de violencia de género que enfrentan las mujeres y niñas desplazadas en todo el mundo. Aquí, tres valientes sobrevivientes comparten sus historias de trauma, resiliencia y esperanza.

Un valiente recorrido

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Aisha sobrevivió a un asalto impensable en medio de la guerra en Sudán. © UNFPA Sudán

Para Aisha, su pesadilla no terminó cuando los combatientes se fueron de su casa en Jartum. Obligada a valerse por sí misma después del horrible abuso, reunió suficiente fuerza y coraje para sobrevivir. 

Primero huyó a la casa de una amiga que planeaba abandonar la ciudad con su familia. “No les dije lo que me había pasado, pero les rogué que me llevaran con ellos. Su madre estuvo de acuerdo”, dijo. “Fuimos juntos a Kassala.”

Allí, Aisha pronto enfrentó otro golpe: estaba embarazada.

“Cuando me enteré, la familia con la que me estaba quedando me pidió que me fuera, aduciendo que era una responsabilidad demasiado grande”, relató al UNFPA. “No sabía a dónde ir. Me mudé de un lugar a otro. Intenté quedarme en refugios, pero no me permitieron debido a mi situación. Incluso las familias se negaban a acogerme”.

Lamentablemente, el estigma en torno a la violencia sexual a menudo aísla a las sobrevivientes, y en tiempos de conflicto y crisis, cuando las necesidades de las mujeres y las niñas son aún mayores, se reduce el acceso a los servicios y el apoyo.

Cuando llegó a un punto de suma desesperación, una familia le contó acerca de un centro apoyado por el UNFPA en Kassala que podría proporcionarle la atención que buscaba. “Cuando llegué al centro, me brindaron ayuda, tanto psicológica como médica”, agradeció. “También me remitieron a un hospital para verificar mi estado, y me proporcionaron ayuda económica”.

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Las clínicas móviles del UNFPA prestan atención a mujeres y niños desplazados en Sudán. © UNFPA Sudán

Aun así, todo sobre su futuro sigue siendo incierto, incluso dónde vivirá con su criatura.

Los campamentos de desplazados y los alojamientos temporales para refugiados pueden exponer a las mujeres y niñas vulnerables a una gran cantidad de riesgos. En estos lugares, las condiciones de vida son precarias: las puertas no tienen cerraduras, las letrinas no están separadas por género, la iluminación nocturna es inadecuada, y aumentan la explotación y el abuso sexuales.

La situación en Sudán es especialmente grave, ya que los grupos armados utilizan la violencia sexual relacionada con el conflicto como táctica terrorista. El país vio un aumento del 288 % en el número de sobrevivientes que buscaban servicios de violencia de género durante los primeros siete meses de este año, según la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de las Naciones Unidas. Las cifras reales son supuestamente mucho más altas, ya que la violencia de género es un crimen ampliamente infradenunciado y poco investigado, perpetuado por un ciclo de impunidad para los agresores. 

“No tengo idea de lo que nos depara el futuro”, lamentó Aisha.

La búsqueda de seguridad

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María y sus hijos fueron desarraigados por la guerra en Ucrania. © UNFPA Ucrania/Artem Nykyforov

María* era una chica feliz de 21 años que vivía en la región de Kharkiv, en Ucrania, cuando comenzó un romance que describe como un “cuento de hadas”. 

En ese momento llevaba una vida social vibrante, acababa de terminar sus estudios y comenzar un nuevo trabajo. Allí conoció a un hombre que la hizo sentir especial. “Un día me sorprendió”, dijo. A menudo se apresuraba a trabajar sin desayunar, y notó: “se acercó a mí y me dijo 've al café cercano; te están esperando' Cuando llegué, el camarero había puesto una hermosa mesa solo para mí, diciendo que alguien me había dejado esta comida. Tuvo ese tipo de detalle durante mucho tiempo, un período largo y encantador”.

Se casaron en “una boda preciosa”, recordó María, y comenzaron a pensar en formar una familia, pero cuando nació su primer hijo, su esposo se volvió muy crítico. “Cambié físicamente después del parto. Ahora entiendo que eso es normal, pero en ese momento lo vi como un problema. Aumenté de peso y oía constantemente sus comentarios al respecto: cómo me había vuelto 'gorda’ y ‘fea’. Sus críticas eran muy profundas, e incluso afectaban nuestra intimidad. Me señalaba que era culpa mía”.

A medida que su esposo se volvió más abusivo emocionalmente, cuestionando quién podría amarla realmente, María se culpaba a sí misma. “Era tan dura conmigo misma, pues sentía que no era una buena madre ni esposa. No podía perder el peso que había ganado. Entonces comenzó a secárseme la leche, y el bebé se puso ansioso porque no estaba comiendo lo suficiente. Vivía en este caos y estrés constante”.

Las cosas se volvieron físicamente violentas después que quedara embarazada de nuevo y abortara espontáneamente. “Me acusó de abortar deliberadamente porque no quería otro hijo”, contó María al UNFPA. Una noche su marido llegó a casa borracho, buscando bronca. Cuando ella dijo que no quería hablar con él, la golpeó tan fuerte que perdió la audición en un oído hasta la mañana.  

María soportó años de abuso, tratando una y otra vez de arreglar la relación mientras ampliaban la familia, sin apoyo emocional de sus padres, que la culparon por sus problemas, antes de encontrar la fuerza para irse. Inició el proceso de divorcio, y se liberó.

Luego vino la invasión a gran escala de Rusia a Ucrania, en febrero de 2022. 

En medio del pánico, María sintió que no tenía más remedio que recurrir a su ex esposo en busca de ayuda. “Vivíamos cerca de la línea del frente. Estaba extremadamente asustada”, dijo. “En ese momento, solo quería llevar a los niños a un lugar seguro”. 

Desafortunadamente, su necesidad de huir la obligó a invitar a un abusador a su vida. 

Su ex marido acompañó a la familia a un área más segura, y pronto regresó el abuso, ahora con venganza, mientras bebía cada vez más. Ahora, como madre desplazada, María era aún más vulnerable, sin hogar, sin trabajo, sin sistema de apoyo. 

“No sabía cómo avanzar, a dónde ir”, recordó. “Volver a casa era imposible porque, esencialmente, ya no había hogar”.

La guerra en Ucrania ha cobrado un alto costo a millones de mujeres y niñas, pues el desplazamiento y la destrucción de la infraestructura las colocan fuera del alcance de muchos servicios esenciales de salud mental y física.

María comenzó a preguntarles a otras mujeres qué debía hacer, y una la señaló a un oficial de policía local de confianza. “Lo llamé, le expliqué la situación, y me dijo: ‘Hablaré con él’. Ese fue un punto de inflexión. Mi ex desapareció tan pronto como se enteró de que el oficial venía a hablar con él”.

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“Nos aceptaron plenamente”, dice María sobre los trabajadores del UNFPA. © UNFPA Ucrania/Artem Nykyforov

Después de que su ex esposo se fuera, María se enteró de que un equipo móvil del UNFPA ofrecía apoyo psicosocial. “Estas mujeres, que no solo me apoyaron sino que me ayudaron a entender las cosas, lograron conducirme por la ruta correcta. Sencillamente , me sorprendieron. Me di cuenta de que no estaba sola, que alguien realmente se preocupaba por mi problema. Pusieron claro que nada de esto fue culpa mía”, recuerda. “Nos dieron un apoyo tremendo, no solo a mí, sino también para mis hijos”.

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El apoyo “me trajo genuinas lágrimas de felicidad”, dice María. © UNFPA Ucrania/Artem Nykyforov

Ahora en ruta hacia la sanación, María remarcó que está profundamente agradecida con las personas que la escucharon y se preocuparon. “Simplemente me miraron a los ojos, extendieron una mano y me dijeron: ‘toma mi mano y te ayudaré’”.

Un nuevo futuro

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El conflicto en la República Democrática del Congo obligó a Furah a abandonar su hogar. © UNFPA/Junior Mayindu

Cuando una explotó bomba en medio de la noche cerca de su casa en el este de la República Democrática del Congo, a principios de 2023, Furah*, de 16 años, corrió por su vida. 

“Todos en la familia siguieron su propio camino' yo seguí el mío”, dijo, recordando cómo se separó de sus parientes en medio del caos en la provincia de Kivu del Norte, plagada de conflictos. “Mientras huía, me encontré con otras chicas que no conocía”. Juntas, las chicas llegaron a un pueblo llamado Petit Masisi, pero no encontraron seguridad allí. Combatientes armados arrojaron a las niñas a un pozo y las violaron.

“Gracias a Dios, aprovechamos un momento de distracción de su parte para huir”, relató Furah. “Después de caminar largo tiempo hacia Sake, nos encontramos con un hombre que nos llevó”.

El buen samaritano las llevó al campamento de Bulengo para personas desplazadas en Goma. Allí, Furah encontró refugio en una tienda de campaña que compartió con otras mujeres y niñas desplazadas.

“Unas semanas después, empecé a sentir cambios dentro de mí, particularmente dolores”, dijo. Las mujeres con las que vivía le aconsejaron ir a una clínica móvil. “No sabían que me habían violado”. “En la clínica, la enfermera hizo una prueba y confirmó que estaba embarazada”.

Furah se sintió perdida. Todavía tambaleándose por el trauma de la violación y el desplazamiento, ahora tenía que preocuparse por llevar un hijo en el vientre y por dar a luz. “No sabía cómo cuidar el embarazo, ni siquiera a mí misma”.

En la clínica apoyada por el UNFPA, Furah recibió cuidados cruciales, y finalmente dio a luz a su hija de manera segura en el otoño de 2023.

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Una clínica móvil en el campamento de Bulengo le prestó atención a Furah. © UNFPA/Junior Mayindu

“Me atendieron de forma gratuita en la clínica móvil”, dijo, y señaló que después de dar a luz, “el UNFPA me dio un kit que contenía cosas que me ayudaron mucho (un cubo, jabón y ropa) porque no tenía donde bañar a mi hijo”.

A través de la clínica, Furah también recibió capacitación laboral de una maestra conocida como Mama Antonieta, para ayudarla a mantenerse a sí misma y a su hijo. “Elegí aprender a trenzar el cabello”, dijo. “Además de la formación profesional, hay otras cosas que Mama Antonieta nos enseña aquí, incluyendo cómo luchar contra la violencia de género”.

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Furah y su bebé, rodeados de suministros de peluquería en un espacio seguro. © UNFPA/Junior Mayindu

Su objetivo ahora, dijo, es ahorrar suficiente dinero para comprar equipo para iniciar su propia peluquería. “El apoyo material y psicológico que recibimos del UNFPA y de otras organizaciones como ActionAid nos ayuda a recuperarnos y hacernos cargo de nuestras vidas”.

Furah es una de las millones de personas que han huido de sus hogares en medio de un aumento de la violencia en los últimos años en el este de la República Democrática del Congo. La crisis se ve agravada por desastres relacionados con el clima y brotes recurrentes de enfermedades. La violencia sexual en el país ha aumentado drásticamente este año, con más de 61.000 casos reportados en los primeros seis meses del año, un 11 por ciento más en comparación con el mismo período de 2023. 

A mediados de 2024, 122,6 millones de personas habían sido desplazadas por la fuerza en todo el mundo, en tanto que 1 de cada 5 mujeres refugiadas o desplazadas en medio de crisis humanitarias podría enfrentar violencia sexual. A pesar de los efectos devastadores y a veces fatales de la violencia de género, todavía no se le da prioridad con urgencia. Los cuerpos de las mujeres son elementos colaterales de los conflictos. Lo que debe ocurrir en todo el mundo es lo siguiente:

La vergüenza debe cambiar de lado: los perpetradores deben rendir cuentas y las sobrevivientes deben obtener justicia. Hay que salvar la brecha entre las resoluciones y las realidades sobre el terreno; hay que poner fin al uso de la violación y otros actos de violencia sexual como táctica de guerra. Debe haber rendición de cuentas por esos delitos para que termine la impunidad, para que las mujeres y las niñas puedan obtener el apoyo y la justicia que merecen y para que se disuada a los perpetradores.

Los servicios críticos para las sobrevivientes de violencia de género, incluidos la atención médica de emergencia, el apoyo psicosocial y los refugios seguros, deben financiarse y colocarse en el centro de todas las respuestas humanitarias. Y las mujeres y niñas desplazadas y las sobrevivientes de violencia de género deben participar desde el principio en la planificación de la respuesta, dada su experiencia en lo relativo a las medidas que necesitan.

Si bien el UNFPA y sus asociados están prestando apoyo esencial a las sobrevivientes desarraigadas de la violencia de género en todo el mundo, debe haber responsabilidad colectiva y mayor coordinación y compromisos internacionales, incluida una financiación adecuada, para erradicar el flagelo de la violencia de género en todas partes, para todas las mujeres y niñas. 

Para obtener más información sobre lo que puede hacer para ayudar a las mujeres y niñas desplazadas y para donar, haga clic aquí.

*Se han cambiado los nombres por motivos de privacidad y protección

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