Cómo salvar el planeta
Imagínese que usted es uno de los 100.000 ciudadanos que viven en una nación insular, y ve la forma en que su casa y las casas de sus vecinos se deslizan lentamente por debajo del nivel del mar y desaparecen para siempre. El actual aumento de las mareas los ha obligado a usted y a sus vecinos a trasladarse al interior, a terrenos más altos —por ahora—, dependientes de agua desalinizada y luchando por mantener medios de vida cada vez más vulnerables. Lo que se hunde se ha ido para siempre; lo que queda es precioso: representa lo que queda de su comunidad y de su cultura. Tal vez la iglesia de su pueblo todavía siga en pie, un punto de encuentro para una isla rodeada de rompeolas, que erige monumentos a lo inevitable. El cambio climático causa estos impactos, en gran parte impulsados por la quema de combustibles fósiles, la deforestación y prácticas agrícolas que han traído ganancias a muchos otros, pero no muchas a ustedes.
"El hecho de que los pobres soporten la carga ambiental y que el modelo acostumbrado para mejorar los niveles de vida, ampliar las oportunidades y garantizar la dignidad y los derechos humanos sea inherentemente desigual y resulte insostenible, es uno de los principales dilema éticos de la historia humana".
Ahora, imagine que es residente de una ciudad costera importante en el continente americano, un centro de comercio que funciona en gran medida mediante viajes en automóvil, y que depende sobre todo de la industria del transporte marítimo internacional. El transporte marítimo proporciona puestos de trabajo para usted y sus vecinos, y las actividades conexas a este sector, en particular el transporte, bombean dióxido de carbono a la atmósfera a un ritmo alarmante. El clima se ha vuelto cada vez más inclemente, con preocupantes extremos. La costa en que vive es golpeada con frecuencia por huracanes que se proyecta que se harán más agresivos en las décadas venideras. Los recientes desastres naturales han dado lugar a la destrucción de viviendas y tramos de barrios debido a daños causados por el viento, las inundaciones y las tormentas. Estos desastres debilitan la economía local, desplazan a los residentes y destruyen las empresas. La infraestructura, desde la vivienda hasta las aguas residuales, la energía y el transporte han sufrido reveses, y los costos de recuperación han sumado miles de millones, en tanto que los costos de la industria de seguros y del apoyo del Gobierno nacional han alcanzado límites preocupantes. Aquellas personas que tienen los recursos para hacerlo se quedan, reparan, reconstruyan y pagan primas de seguro cada vez más altas, pero quienes no tienen nada se ven obligados a mudarse permanentemente. El consumo y la producción continúan sin tregua, a menudo por y para el beneficio de unos pocos.
De vuelta a sus respectivos países y comunidades después de la conferencia mundial sobre sostenibilidad, el alcalde Willie Olivier Wei y la alcaldesa Henrietta Orion II ponen manos a la obra para aplicar, adaptar e implementar muchas de las ideas que aprendieron.
Si bien las prioridades del alcalde Wei anteriormente se centraban en la expansión general de la industria pesquera y el turismo, y en el ámbito local en torno a la obsesión de la comunidad con todo lo relacionado con el rugby, ahora su tiempo en el cargo se centrará enteramente en la creación de una sociedad resiliente y sostenible. Si bien la dura realidad del cambio climático es una cuestión de gobernanza global, el alcalde Wei no puede dejar de sentir que el bienestar y el destino de sus electores son su responsabilidad. Tal vez su proceso propio de toma de decisiones contribuya a garantizar la seguridad y la dignidad de los más de 100.000 que viven en su país.
Por su parte, los electores de la alcaldesa Orión reciben su regreso con ira y frustración. No les gusta que se les diga que consuman menos, y no aceptan estudios que relacionen el consumo excesivo y los desafíos económicos y laborales que enfrenta el país y su comunidad. Los costos de la gasolina y los productos de consumo cotidiano, como el jugo de naranja, el pan y la leche, en conjunto con una temporada de pesca abrumadoramente pobre, han llevado al mínimo histórico la popularidad de la alcaldesa Orión. Todas y todos están molestos, y los medios de comunicación y las conversaciones en Internet exacerban las cosas con información infundada. La gente está reacciona culpando a los líderes gubernamentales en lugar de reconocer y cambiar sus comportamientos a fin de respetar el medio ambiente y sus diversos recursos.