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Después de dar a luz bajo un puente entre los escombros dejados por los huracanes, la recuperación sigue pareciendo algo distante para una madre hondureña
- 03 Junio 2021
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TEGUCIGALPA, Honduras – Fabiola Ulloa, de 23 años, dio a luz bajo el puente donde había buscado refugio durante el huracán ETA. Seis meses después, todavía está allí, con su bebé, su pareja y su hijo de 3 años, viviendo en una tienda de campaña al lado del camino.
“Mi hermana y yo estábamos embarazadas durante la tormenta”, relató la Sra. Ulloa al UNFPA en una entrevista en su tienda de nylon a principios de esta semana. Esa fue una noche muy triste. No tuve la oportunidad de sacar mis cosas porque tuve que cuidar de mi madre, de mi hermana y de mi hijo”.
El huracán Eta arrasó Honduras a principios de noviembre de 2020. El barrio en donde vivía la Sra. Ulloa ubicado en Playita, en la ciudad de San Pedro Sula, quedó devastado. Su familia, como muchas otras, lo perdieron todo.
Se amontonaron en una tienda bajo un puente de hormigón, junto a otras familias. Allí, se refugiaron del segundo huracán llamado Iota, que golpeó el país dos semanas después de Eta.
Pocos días después, la Sra. Ulloa inició el trabajo de parto. “Pensé que mi hijo iba a nacer en enero, pero el 24 de noviembre empecé a sentir dolor”.
Se encontraba en un lugar inaccesible en ambulancia, pero pidieron ayuda a la partera del barrio, una mujer que había recibido a todos los bebés de su familia. “A las 9 de la mañana estaba dando a luz a mi hijo aquí dentro de esta tienda”, dijo la Sra. Ulloa.
Esas dos tormentas mortales afectaron a millones de personas en todo el país, y muchas, como Fabiola a, aún no se han recuperado.
Hoy en día, la seguridad alimentaria al igual que la pandemia de COVID-19, son una preocupación importante, informan los grupos humanitarios.
El acceso a los servicios de salud se vio gravemente perturbado tras las tormentas (más de 400 centros sanitarios resultaron dañados, incluidos 120 que quedaron completamente inoperables), pero aún ahora muchas mujeres y niñas se están absteniendo de buscar servicios de salud esenciales por temor a la exposición a la COVID-19.
Esta es una de las razones por las que la Sra. Ulloa y su hijo, Joshua Enmanuel, no han buscado atención en un centro de salud. “No necesitaba ir a ningún hospital”, declaró al UNFPA. “No quería la ambulancia porque cuando la necesité no vinieron a salvarme”.
Sin embargo, su recién nacido ha recibido atención del UNFPA. “El único médico que ha venido es el médico del UNFPA, que vino a examinar al niño a las dos semanas de nacido”, afirmó. Pudo acceder a servicios adicionales de atención postparto y de recién nacidos en el centro sanitario de Chamelecón, que ha recibido apoyo con capacitación del UNFPA.
Las estimaciones aproximadas indican que alrededor de 24.000 mujeres embarazadas se vieron directamente afectadas por las tormentas, pero los servicios de salud en las zonas más afectadas siguen interrumpidos. En el departamento de Cortés, por ejemplo, la mayoría de las instalaciones de salud permanecen cerradas debido a daños, lesiones del personal de salud y carreteras bloqueadas.
El UNFPA está trabajando con organizaciones asociadas y con el Gobierno para restablecer el acceso a los servicios de salud vitales, en particular para las mujeres que necesitan atención prenatal, de parto seguro y postparto. Junto con la Organización Panamericana de la Salud (OPS), el UNFPA está dirigiendo servicios de salud a más de medio millón de personas en todo el país; cerca de un cuarto de millón de personas habían recibido ayuda a finales de marzo.
La seguridad de las mujeres y niñas vulnerables sigue siendo también una preocupación primordial. Después de los desastres, el desplazamiento y de la interrupción de los sistemas de protección puede dar lugar a un aumento de la vulnerabilidad a la explotación y el abuso sexuales.
En los primeros meses de 2021 se notificaron cerca de 13.000 llamadas a servicios de emergencia y se registraron unos 33 feminicidios, según informes recientes.
Desde noviembre los desafíos han sido extraordinarios, informan los sobrevivientes de las tormentas.
"Esta es la segunda vez que he perdido mi casa debido a las inundaciones, y es muy difícil para mí, además de criar a siete hijos como madre soltera, enfrentar esta doble tragedia", se lamentó Gabriela en un refugio en Las Brisas, en febrero.
“Necesitamos comida porque no hay donde cocinar”, se quejó la Sra. Ulloa. “No podemos cocinar así que tenemos que comprar comidas preparadas. Y hay muchos mosquitos.” Los niños y las familias también corren peligro a la orilla de la carretera. “Estamos expuestos a accidentes de tráfico”, agregó.
Sin embargo, ella junto con otras personas están decididas a retomar sus vidas y sus futuros. "Lo perdimos todo. Hay mucha desesperanza", indicó Karlibeth Ortega, una joven defensora de las mujeres en La Lima, en Cortés, “pero tenemos que seguir adelante y encontrar la manera de sobrevivir”.