Egipto
La sífilis pone de relieve uno de los peligros para la salud y los derechos humanos: el estigma
Bousibir era un burdel amurallado de Casablanca que nació a iniciativa de las autoridades coloniales como forma de prevenir la propagación de ITS. Fotografía histórica de dominio público.
La sífilis y las demás infecciones de transmisión sexual (ITS) son “enfermedades secretas”, afirma el Dr. Adel Botros —especialista egipcio en dermatología y venereología— al rememorar una llamada que recibió hace más de diez años. Un hospital contactó con él para notificarle el caso de un recién nacido con sífilis congénita. El Dr. Botros se apresuró en llegar al hospital y pidió permiso al padre para examinar al bebé sin costo alguno. Lejos de acceder, el padre se marchó y jamás volvió a ver al especialista.
Durante mucho tiempo, el estigma vinculado a las ITS ha servido para dividir a las comunidades y apuntalar las jerarquías incluso cuando se disuade a la población de utilizar los servicios de salud, de modo que las enfermedades se perpetúan. La sífilis es quizás el ejemplo más tristemente célebre: en un intento de culpar de su prevalencia a los extranjeros o los enemigos, diversas comunidades la han llamado “el morbo gálico”, “el mal napolitano”, “la enfermedad polaca”, “la enfermedad alemana”, “la enfermedad española” y “la enfermedad cristiana”, entre otras muchas denominaciones (Tampa et al., 2014).
En la actualidad, la sífilis —una infección bacteriana que las autoridades sanitarias esperaban haber podido erradicar gracias a los antibióticos— va en aumento en todo el planeta. La cifra de casos pasó de 8,8 millones en 1990 a 14 millones en 2019; en ese mismo período, la incidencia se incrementó de 160 a 178 infecciones por cada 100.000 personas (Tao et al., 2023).
Sin embargo, de acuerdo con la información disponible, la región de Oriente Medio y Norte de África se ha desviado de esta tendencia. Por ejemplo, mientras que la tasa de recién nacidos con sífilis congénita se ha triplicado con creces en los Estados Unidos desde 2016, la incidencia de la sífilis congénita ha caído en picado en Marruecos (OMS, s. f. x). En 2022, la Organización Mundial de la Salud anunció que Omán había puesto fin a la transmisión maternoinfantil de la enfermedad (OMS, 2022).
Estos datos ponen en tela de juicio los estereotipos antiquísimos sobre la sífilis en la región de los Estados Árabes. Es una historia de la cual la sociedad contemporánea puede extraer moralejas valiosas sobre las enfermedades, el género y el poder, afirma Ellen Amster, profesora de Salud Pública en la Universidad McMaster (Canadá).
“La sífilis desempeñó un papel crucial en la eugenesia”, explica. “Se pensaba que era una manifestación de degeneración capaz de arrasar con toda una población”. Para los mandos coloniales occidentales, las personas árabes eran intrínsecamente vulnerables a esta enfermedad.. Como demuestra la investigación de la profesora Amster, llegaron incluso a acuñar una expresión —“árabe sifilítico enfermo y degenerado”— con la que demonizaron y degradaron a las personas árabes y musulmanas (Amster, 2016).
“La sífilis estaba vinculada al desempoderamiento por motivos de género, a la vergüenza derivada de la sexualidad, que siempre termina por tener un componente de género”, explica al UNFPA. “Los franceses, con la intención de proteger a las tropas de estas mujeres ‘sifilíticas’ autóctonas (en Marruecos y por todo el imperio), fundaron burdeles cerrados que, en esencia, funcionaban como prisiones de mujeres jóvenes”.
Estas acciones respondían a “la creencia de que la prevalencia de la sífilis llegó al 80% o el 100% a lo largo de la época del protectorado marroquí”, unas conjeturas que (tal y como indica la profesora Amster) se debían a falsos positivos en las pruebas y diagnósticos incorrectos de tuberculosis, malaria y otras enfermedades. “Cuando las mujeres se sometieron a la prueba de forma sistemática, se descubrió que, en realidad, la prevalencia de la sífilis era del 0,5% o menos”.
El mundo de hoy todavía no se ha desprendido de la vergüenza (y las dinámicas de poder) que asociamos a las enfermedades infecciosas. En 2022, al mismo tiempo que las autoridades sanitarias mundiales se afanaban por contener la propagación de la viruela símica (también denominada “viruela de los monos”), también hacían lo posible por refrenar el estigma que la rodeaba. ONUSIDA dio la voz de alarma de que la difusión de información sobre la enfermedad “se ha valido de expresiones e imágenes —sobre todo al representar a personas LGBTI y de África— que consolidan los estereotipos homófobos y racistas y agravan la estigmatización” (ONUSIDA, 2022). No hace falta que una enfermedad se transmita por vía sexual para que genere intolerancia: la pandemia de COVID-19 suscitó brotes xenofóbicos contra la población asiática por todo el mundo (Human Rights Watch, 2020).
A la hora de idear programas que luchen contra las enfermedades infecciosas, hay que tener muy en cuenta los aspectos relacionados con el poder y los prejuicios. Pese a las lecciones del pasado, lo mismo se aplica a la sífilis; según se ha determinado, afecta de manera desproporcionada a los hombres que mantienen relaciones sexuales con otros hombres (OMS, s. f. c). En opinión de los expertos, hay que entablar contactos con las comunidades afectadas por la enfermedad, no estigmatizarlas.
Incluso en la región de los Estados Árabes, que ahora registra unos índices relativamente bajos de sífilis, hay que permanecer alerta tanto respecto a la enfermedad como a la discriminación. De hecho, como expone desde Egipto el Dr. Botros, es imposible saber la verdadera incidencia de ITS como la sífilis debido a que el miedo y la vergüenza —que en su momento fueron armas arrojadizas muy eficaces contra el mundo árabe— todavía perduran.
“A veces descubrimos un caso por casualidad”, cuenta el dermatólogo. “Por otra parte, algunos pacientes solo acuden a consulta como último recurso si no han sido capaces de librarse del problema de otro modo”.
Ilustraciones
Los tejidos desdibujan la frontera entre arte y funcionalidad, practicidad y belleza. Los movimientos de mujeres han utilizado tradicionalmente los tejidos para llamar la atención sobre toda una serie de cuestiones que abarcan desde la autoestima corporal hasta la justicia reproductiva y el racismo sistémico. Tanto las artistas contemporáneas como los colectivos textiles dirigidos por mujeres mantienen viva esta tradición creando obras de arte que reflejan sus entornos y tradiciones locales. El arte textil sigue ofreciendo a las mujeres de todo el mundo un medio para conectar con las generaciones de mujeres precedentes y futuras de sus familias y comunidades, tal y como lo ha hecho durante miles de años.
Queremos transmitir nuestro agradecimiento a las siguientes artistas textiles que han contribuido a las obras artísticas que aparecen en este informe:
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Nneka Jones
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Rosie James
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Bayombe Endani, representada por The Advocacy Project
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Woza Moya
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Tally Assuit Women’s Collective, representado por International Folk Art Market
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Pankaja Sethi