El mundo envejece rápidamente.

Entre 1974 y 2024, la proporción mundial de personas de 65 años casi se ha duplicado, pasando del 5,5 por ciento al 10,3 por ciento. Entre 2024 y 2074, esta cifra volverá a duplicarse, aumentando hasta el 20,7 por ciento, según las previsiones demográficas de las Naciones Unidas. Durante ese mismo periodo, se prevé que el número de personas de 80 años o más se triplique con creces.

Mientras que los países desarrollados tienen hoy en día la mayor proporción de personas de edad, los países en desarrollo son a menudo testigos de un rápido ritmo de envejecimiento de la población, lo que hace que muchos de ellos no estén bien preparados para las nuevas realidades.

A nivel mundial, el envejecimiento de la población es atribuible a la mejora de la esperanza de vida, pero también está relacionado con el descenso de las tasas de fecundidad en muchos países. En la actualidad, más del 60 por ciento de la población mundial vive en países con una tasa total de fecundidad inferior al «nivel de reemplazo», es decir, la tasa media necesaria para reemplazar una población a lo largo del tiempo que es de 2,1 nacimientos por mujer. La gente ya no muere tan joven y nacen menos niños, por lo que esta tendencia va a seguir ampliándose.

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Un crecimiento más lento y la necesidad de un cambio de paradigma

Aunque se prevé que la población mundial siga creciendo hasta la década de 2080, lo hace a un ritmo desacelerado. En las últimas décadas, los niveles de fecundidad han descendido en todos los países, incluso en los más pobres, y, asociado a ello, el envejecimiento general de la población ha seguido avanzando. El nacimiento de menos niños y el aumento de la esperanza de vida han ampliado la edad media de la población.

En la actualidad, el envejecimiento de la población se considera a menudo una amenaza para la viabilidad financiera de los sistemas de pensiones y de asistencia sanitaria, y puede provocar, por ejemplo, escasez de cualificaciones y de trabajadores en el mercado laboral. El envejecimiento de la población puede suponer un reto para los sistemas y las instituciones, pero no representa un peligro natural para el desarrollo social y económico de las sociedades. Con una actitud proactiva y las políticas adecuadas, los países pueden obtener lo que los demógrafos denominan un «segundo dividendo demográfico», dirigido por la integración de las personas de edad en la población activa y que se traduce en un aumento del ahorro, la inversión productiva y un capital humano más fuerte.

Conseguir que el envejecimiento de la población aporte beneficios exigirá un cambio de paradigma. Las acciones fundamentalmente negativas, reactivas y fragmentadas deben dar paso a respuestas y preparativos positivos, anticipatorios e integrados. Para prosperar en un mundo marcado por el envejecimiento de la población, los países pueden responder con políticas integrales, reformas de los sistemas de protección social y de los mercados laborales y reformas complementarias de las políticas sanitarias y educativas. Anticipando y abordando los retos con antelación, los países pueden aprovechar las oportunidades que presenta el envejecimiento de la población.

Envejecimiento saludable en un mundo de edad más avanzada

El notable aumento de la esperanza de vida registrado en las últimas décadas no se ha traducido en un progreso similar de la esperanza de vida sana. El envejecimiento saludable comienza con la salud del recién nacido y el niño, y en él influyen factores como el acceso a la salud sexual y reproductiva o la protección frente a la violencia de género y las prácticas nocivas a lo largo de toda la vida. Una mayor inversión en capital humano (salud y educación) a lo largo de toda la vida contribuirá a desarrollar la capacidad para participar activamente en la sociedad y contribuir a ella. Estas inversiones deben complementarse con un entorno social, económico y político que cree oportunidades para que las personas logren esa participación y contribución. Los países deben luchar contra cualquier forma de discriminación y exclusión basada en la edad, el sexo u otras características, así como aplicar políticas económicas que creen oportunidades empresariales y empleos decentes.

En el siglo XX, el crecimiento de la población se denominaba a menudo «bomba demográfica». Hoy en día, en ocasiones se hace referencia al envejecimiento de la población como la «nueva bomba demográfica». Sin embargo, los cambios demográficos no son repentinos, ni tienen por qué ser explosivos o destructivos.

¿Qué está haciendo el UNFPA?

El envejecimiento de la población representa un triunfo mundial para el desarrollo que exige replantear y ajustar pilares fundamentales de la sociedad moderna, como los sistemas de pensiones y los mercados laborales, la atención sanitaria, la educación, la vivienda y las infraestructuras, entre otros.

Para apoyar a los países preocupados por el envejecimiento y el descenso de la población, así como por la baja fecundidad y la migración, el UNFPA ha creado su Programa de Resiliencia Demográfica. Con el objetivo general de ayudar a los países a crear resiliencia ante el cambio demográfico y aprovecharlo, el programa apoya a los países en cada etapa de la transición demográfica.

Al amparo de la Resiliencia Demográfica, el UNFPA apoya la recopilación de datos de población, el análisis de los vínculos entre población y desarrollo y los diálogos políticos sobre dinámica demográfica. El UNFPA también ofrece apoyo técnico en la formulación de estrategias, políticas y programas para abordar el envejecimiento de la población, el declive demográfico, la baja fecundidad y la migración, entre otros. Para ello, la promoción de un envejecimiento saludable y activo, por ejemplo, mediante el apoyo a centros de envejecimiento saludable, así como la creación de sociedades inclusivas para jóvenes y mayores, mujeres y hombres, minorías y migrantes, reviste una importancia fundamental.

Actualizado el 19 de junio de 2024

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