Treinta años después de que los líderes mundiales se unieran para la Conferencia Internacional sobre la Población y el Desarrollo, afirmando que el empoderamiento de la mujer guarda estrechos vínculos con la paz y la prosperidad, el mundo ha logrado avances significativos en la creación de sociedades en que las mujeres y las niñas tienen voz y opciones. Sin embargo, millones de mujeres y niñas siguen excluidas de este progreso.
Este año, al conmemorar el Día Internacional de la Mujer, el objetivo de lograr la igualdad de género es más crucial que nunca si queremos crear economías prósperas y un planeta saludable. Con eso en mente, nuestro tema para el año es “Invertir en las mujeres: Acelerar el progreso”.
No cabe duda de que hay mucho que celebrar. La incansable labor de promoción y la acción concertada para desmantelar los sistemas y normas patriarcales han hecho de la maternidad una labor más segura, han permitido un mayor control de la fecundidad y han protegido a millones de mujeres y niñas de la violencia y las prácticas nocivas. Por esos motivos hay más mujeres y niñas que nunca en control de sus cuerpos y sus vidas, lo que beneficia no solo a las personas, sino a las familias, las comunidades y a nuestra sociedad mundial.
Sin embargo, la promesa de autonomía corporal para todas y todos sigue sin cumplirse para las mujeres y niñas más marginadas. Ciertas normas sociales profundamente arraigadas, tales como todas las formas de discriminación, siguen creando condiciones en las que se impide a las mujeres y niñas con discapacidad, o que pertenecen a minorías étnicas y raciales o a la comunidad LGBTQIA+, disfrutar de salud sexual y reproductiva y los derechos fundamentales conexos.
Además, las mujeres y las niñas atrapadas en conflictos complejos y en desastres naturales enfrentan riesgos desproporcionados de perturbaciones en la planificación de la familia y una mayor vulnerabilidad a la violencia por razón de género, el matrimonio precoz forzado y la mortalidad materna.
Entretanto, se han estancado los progresos en la prevención de la muerte materna, lo que refleja la falta de voluntad política mundial para salvar la vida de millones de mujeres y niñas. Cada dos minutos muere una mujer por causas prevenibles relacionadas con el embarazo y el parto.
Invertir en las mujeres transformaría millones de vidas. A modo de ejemplo, las niñas a quienes no se obliga a casarse cuando aún son niñas tienen una mayor probabilidad de terminar la escuela, unirse a la fuerza laboral y evitar el embarazo precoz, lo que significa una diferencia de millones de millones de dólares en beneficios económicos para la sociedad.
Una mayor inversión en la lucha contra las prácticas nocivas, como el matrimonio infantil y la mutilación genital femenina, no sólo evitaría que se violaran los derechos de las niñas, sino que además reduciría los costos para los sistemas de atención sanitaria, ya que menos mujeres y niñas necesitarían atención para hacer frente a problemas complejos inducidos por traumas.
En todo nuestro mundo cada vez más interconectado, las mujeres y las niñas fortalecen nuestro tejido social al reunir en torno suyo a familias y comunidades. Las mujeres impulsan el desarrollo, promueven el cambio social, son jefas de familia, dirigen empresas y cuidan a las y los niños y a las y los enfermos. Por lo anterior, deben colocarse al centro de nuestra búsqueda de soluciones a los desafíos mundiales nuevos y arraigados, incluido el cambio climático.El hecho de que las futuras generaciones femeninas tengan voz depende de que las sociedades inviertan en las mujeres y las niñas, especialmente en las más marginadas, y fortalezcan su capacidad para ejercer influencia sobre sus propios cuerpos, sus vidas y su futuro. Cuando se desbloquea el potencial de las mujeres, ganamos todos y todas.
Para lograr nuestros objetivos, debemos #InvestInWomen.