El mundo virtual puede parecer un lugar solitario y sin ley, sobre todo para las mujeres y las niñas. Según un informe de las Naciones Unidas, cuando las mujeres y las niñas acceden a Internet, enfrentan más violencia en línea que los hombres. Desde políticas, periodistas y artistas hasta niñas de apenas ocho años: ninguna es inmune a la violencia de género.
La violencia digital adopta muchas formas perversas: intercambio no consentido de imágenes íntimas, ciberacoso, tráfico en línea, el acoso y explotación sexual, discurso de odio y doxing (publicación no autorizada de información personal como direcciones y números de teléfono).
Sin embargo, hay quienes piensan que porque todo esto ocurre en una pantalla, de alguna manera no es real. Pero aunque esta violencia sin límites e implacable se perpetre en el ciberespacio, el trauma es demasiado real. Las supervivientes sienten miedo, pánico, ansiedad, depresión y pensamientos suicidas. Afecta negativamente a sus relaciones, estudios, trabajo y vida social. Pueden retirarse o apartarse completamente de Internet y de las redes sociales, aislándose de la comunidad, la educación, el entretenimiento y las oportunidades económicas. En ocasiones, la violencia digital se traslada fuera de Internet, de modo que las mujeres y las niñas sienten que su seguridad física está en riesgo. Los grupos marginados, como las mujeres de color y las personas LGBTQIA+, son especialmente vulnerables.
En lo que respecta a la violencia de género, no hay distinción entre los espacios dentro y fuera de Internet: es un derecho humano fundamental de las mujeres y las niñas sentirse seguras y vivir libres de violencia en todos los espacios. La violencia y el abuso digitales son violencia y abuso. Y deben terminar.