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Alzar la voz de las supervivientes para crear una generación libre de mutilación genital femenina en Etiopía
- 08 Febrero 2024
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DISTRITO DE DALOCHA, Etiopía - Cuando tenía catorce años, Zekia descubrió que sus padres estaban preparando en secreto la mutilación genital femenina de su hermana mayor
«Mi hermano se enteró y trató de disuadirlos», declaró al UNFPA, el organismo de las Naciones Unidas encargado de la salud sexual y reproductiva. «Les recordó que la práctica está prohibida y argumentó que eso la expondría a muchas complicaciones».
Zekia había sido testigo directo del dolor que puede causar ese procedimiento. «Siempre cuento las dificultades por las que pasó mi sobrina cuando dio a luz».
La mutilación genital femenina es un acto de violencia de género y una violación de los derechos humanos reconocida internacionalmente. Puede provocar múltiples afecciones graves como fístula obstétrica por un trabajo de parto obstruido, infecciones, hemorragias abundantes, traumas psicológicos e incluso la muerte.
Cuando sus padres se negaron a escuchar a su hermano, éste denunció el caso a las autoridades locales. Durante generaciones, su comunidad ha estado muy comprometida con lo que se había considerado una tradición; pero una nueva serie de normativas y campañas de sensibilización están acabando con esa idea e impulsando a jóvenes como Zekia a ejercer presión contra ella.
El UNFPA calcula que, en 2024, casi 4,4 millones de niñas de todo el mundo, más de 12.000 al día, corren el riesgo de ser sometidas a la mutilación genital femenina. El procedimiento no sólo causa daños físicos y psicológicos, sino que muchas niñas pierden semanas de clase mientras se recuperan y muchas más ya nunca regresan a la escuela. Eso limita su potencial académico y laboral, reduce su poder adquisitivo y hace que la balanza de la justicia pese aún más en su contra.
Un futuro mejor para las jóvenes
Por suerte, la hermana de Zekia no fue una de ellas: las autoridades locales intervinieron e impidieron que se llevara a cabo el ritual, salvando a ambas hermanas y convirtiéndolas en las primeras de su comunidad en no ser sometidas a esta práctica.
Aunque no fueron estigmatizadas por familiares ni amigos, no fue una experiencia fácil para las niñas. Sin embargo, como defensora activa contra la mutilación genital femenina, Zekia empleó sus conocimientos para concienciar sobre los peligros a otras personas de su distrito.
«Los miembros de mi comunidad han empezado a seguir el ejemplo, evitando que sus hijas lo sufran».
Gracias en gran medida a los movimientos comunitarios dirigidos por supervivientes en países de todo el mundo, hoy en día las niñas tienen alrededor de un tercio menos de probabilidades de ser sometidas a esta práctica que hace 30 años.
Zekia afirma que las charlas con sus compañeras de clase y con profesoras también son fundamentales para acabar con la aceptación. «Como resultado, ninguna de las niñas de mi escuela y de mi grupo de edad ha sido [sometida a esa práctica]», comentó al UNFPA.
Pero no se detiene ahí. «Hablo de los daños en los lugares donde se reúnen las mujeres, como los puntos de abastecimiento de agua, los molinos de harina y los mercados», explica, y añade que los hombres y los niños también participan en algunas de las charlas.
Muchas de las supervivientes a las que ha conocido Zekia abogan ahora contra esta práctica, así como contra otras violaciones de los derechos humanos como el matrimonio infantil, algo habitual en la región.
Es otra tendencia que Zekia y sus hermanas están decididas a frenar. «Aunque tiene más de 18 años, mi hermana aún no se ha casado porque quiere terminar el instituto. Eso habría sido impensable hace sólo unos años», afirma.
«Y yo también estoy decidida a seguir estudiando y llegar a ser médica algún día».
Un esfuerzo multisectorial
El Programa Conjunto del UNFPA y UNICEF actúa en 17 países para eliminar la mutilación genital femenina y ha puesto en marcha iniciativas en cuatro distritos de la región central de Etiopía. Dalocha cuenta con una de las tasas más altas de esta práctica en Etiopía, con casi el 76 por ciento de las mujeres y niñas de entre 15 y 49 años sometidas a ella en 2000. En 2016, sin embargo, esa cifra se había reducido a poco más del 60 por ciento.
Desde el año pasado, el Programa Conjunto ha apoyado a más de 11.000 grupos que trabajan contra la mutilación genital femenina en todo el mundo, de los cuales el 83 por ciento son organizaciones locales que colaboran con movimientos liderados por supervivientes y abogaban por un cambio jurídico, político y social; este último quizás el más importante.
Uno de estos grupos es la Oficina de Asuntos de la Mujer y la Infancia de la región, que lucha contra esas prácticas nocivas junto con los sectores sanitario y educativo y las fuerzas del orden. Nuritu Sirbar, la directora de la oficina, nos ha explicado cómo miembros influyentes de la comunidad, incluidos líderes religiosos y exprofesionales, se han unido a la causa.
«Se han producido avances», declara la Sra. Sirbar. «Ahora matriculamos a todas las niñas en preescolar y trabajamos con sus padres para asegurarnos de que no pasen por eso». Asimismo, trabaja con grupos juveniles y escuelas concienciando también a niños y jóvenes.
«Creía saber por qué imponíamos la mutilación genital femenina», comenta Simrimula Hamiza, una anciana de la comunidad. «Pero cuando me lo preguntaron en una reunión, no tuve una respuesta lo suficientemente buena... Por primera vez, me di cuenta de que no podemos defender la práctica basándonos simplemente en que es una tradición. Los jóvenes se preguntan por qué y buscan una respuesta en la ciencia, no en las viejas historias».
Y aunque puede que la nueva generación tarde algún tiempo en emerger del todo, «se nota el cambio en el ambiente», añadió la Sra. Sirbar.