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Centro de atención integral ayuda a mujeres en mitad de una epidemia de violencia en Sudán del Sur
- 04 Julio 2018
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JUBA, Sudán del Sur – La violencia contra la mujer es una epidemia en Sudán del Sur. Ann*, de 16 años de edad, fue secuestrada en su regreso a casa desde la escuela; después la violaron varias veces durante cinco días de cautiverio. Talia* fue golpeada y torturada durante años por su marido, quien la amenazaba en última instancia con matarla.
Trágicamente, historias como estas son algo muy habitual en Sudán del Sur. Aunque es difícil encontrar datos exhaustivos, una encuesta de 2017 realizada por el Comité Internacional de Rescate y el Instituto Global de la Mujer descubrió que alrededor del 65 % de las mujeres, entrevistadas en tres puntos de Sudán del Sur, sufrieron violencia física o sexual a lo largo de su vida.
El conflicto constante de Sudán del Sur ha acrecentado el problema de la violencia de género, haciendo uso de la violencia sexual como arma de guerra.
Sin embargo, a menudo es difícil acceder a los servicios para apoyar a las supervivientes. Cuando estos están disponibles, normalmente los prestan diversas organizaciones e instituciones.
“Las mujeres deben obtener todo lo que necesitan en un solo lugar”, decía la doctora Natalia Kanem, directora ejecutiva del UNFPA, durante una visita a Sudán del Sur hoy, donde observó un programa diseñado para remediar este problema.
Una transformación
Alrededor de Sudán del Sur, el UNFPA apoya programas para evitar y responder ante la violencia de género, entre lo que se incluye formar a los trabajadores sociales y personal sanitario para satisfacer profesional y confidencialmente las necesidades de las supervivientes de violencia.
En un centro, el Centro de Protección Familiar, ubicado en el hospital escuela de Juba, estos y otros servicios están integrados todos juntos bajo un solo techo, lo que ayuda a garantizar que las supervivientes reciban toda la atención disponible, como tratamiento clínico para violaciones, primeros auxilios psicológicos, asesoramiento, apoyo jurídico y otros servicios.
“Abrimos el centro hace ocho meses y cada día recibimos en el centro mujeres, jóvenes y ancianas, llorando, asustadas, depresivas, con la necesidad de hablar con alguien y con grandes esperanzas de haber acudido al lugar correcto”, explicaba la trabajadora social Roseline Pita.
El centro, respaldado por la financiación de los gobiernos de Canadá y Suecia, ya está marcando una diferencia.
“Hemos sido testigos de una transformación de las víctimas en supervivientes empoderadas y bien informadas”, decía Roseline Pita. “Después de semanas de asesoramiento y apoyo psicológico, cuando vuelven al centro casi no se podría decir que son las mismas mujeres”.
Ann, la adolescente secuestrada, pudo recibir servicios de asesoramiento en el centro. Puesto que tenía miedo de que los responsables del abuso la encontraran, fue enviada a una casa segura dirigida por otra organización. Sigue reuniéndose con los trabajadores sociales del Centro de Protección Familiar y se está recuperando.
El centro ha ayudado incluso a asegurar un par de procedimientos judiciales rápidos, algo raro en Sudán del Sur, como parte de los esfuerzos con los socios del gobierno para poner fin a la impunidad por la violencia de género y la violencia sexual.
Por ejemplo, además de recibir apoyo médico, Talia también recibió apoyo jurídico del centro. Su marido ahora está en prisión y ella se reúne periódicamente con los trabajadores sociales del centro.
El modelo de centro integral, con servicios médicos, psicológicos, jurídicos y de apoyo para las supervivientes ha demostrado ser un éxito a la hora de llegar a los más necesitados.
“Teniendo en cuenta que este centro acaba de abrir el pasado mes de noviembre, ya se han procesado dos casos. Necesitamos replicar este ejemplo de centro integral, que proporciona servicios completos para las supervivientes de la violencia de género”, explicaba la doctora Kanem mientras realizaba un recorrido por el centro con la Secretaria General representante de las Naciones Unidas Amina J. Mohammed.
Desde que abrió, 366 mujeres, niñas e incluso niños han visitado el centro para recibir consejo y servicios.
Los trabajadores sociales también ofrecen información en la comunidad, creando conciencia sobre los derechos de las mujeres, la necesidad de poner fin a la violencia de género y los servicios de apoyo disponibles.
Además, el personal del centro espera ampliar la atención que prestan. “Existen otras medidas que pueden salvar vidas, como establecer casas seguras”, explicaba Roseline Pita. “También tenemos que ofrecer salas privadas para niñas jóvenes que necesitan asistencia y atención especializadas”.
El UNFPA está trabajando ahora para crear tres centros integrales más en Rumbek, Malualkon y Wau.
*Nombres cambiados por cuestiones de privacidad y seguridad