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De cara a los impactos potenciales de la COVID-19 en las tasas de fecundidad, es urgente que los líderes apoyen los derechos de las mujeres y sus opciones
- 08 Julio 2021
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CHISINAU, Moldavia/PROVINCIA DE TETE, Mozambique/CARACAS, Venezuela – “Ya no quiero tener miedo”, exclamó Maira Opikuko, de 26 años, al UNFPA en Zulia, Venezuela. “Ya tengo seis hijos. No quiero tener más hijos”.
La planificación familiar estaba fuera del alcance de la Sra. Opikuko. En su comunidad indígena Yukpa era generalizada la información incorrecta sobre los anticonceptivos, pero incluso para las y los venezolanos que quieren utilizar la planificación familiar, la prolongada crisis económica del país, agravada por la pandemia de COVID-19, ha dado lugar a una escasez generalizada de suministros, escasez de anticonceptivos y precios demasiado gravosos para familias como la de la Sra. Opikuko.
A medida que se prolongaba la pandemia, a la Sra. Opikuko la consumía el miedo de quedar embarazada: no se creía capaz de sobrevivir a otro parto. “Durante mi último trabajo de parto estuve al borde de la muerte”, relató. Tuve una hemorragia. Tengo prolapso uterino, me dijo el médico... Quiero ver crecer a mis hijos. Quiero ver a mis hijas adultas. Quiero ver a mis nietos”.
La Sra. Opikuko no está sola. La pandemia ha afectado el acceso de las mujeres a información y servicios de planificación familiar en todo el mundo, en particular en los países de bajos ingresos y en las comunidades marginadas.
A medida que la COVID-19 arrasa sistemas de salud de todo el mundo, obligando a los responsables de la toma de decisiones a reasignar recursos y a veces a cerrar instalaciones, la planificación familiar y los anticonceptivos se cuentan entre los servicios más interrumpidos. Los costos corren a cargo de las mujeres y niñas más vulnerables. Por ejemplo, se ha observado un aumento de embarazos no planificados entre las adolescentes de algunas partes de Kenya y Malawi.
Esta fue una preocupación importante para Malula, en la provincia de Tete, en Mozambique. Después de que la COVID-19 llegara al país, perdió el acceso a su anticonceptivo inyectable. “Pasé mayo y abril sin protección… Yo tenía condones, y compré más, pero se me acabaron", explicó.
Sin embargo, al mismo tiempo, muchas mujeres de todo el mundo dicen que la pandemia y sus consecuencias económicas las han obligado a retrasar o renunciar a los embarazos planificados.
Este fue el caso de Anastasia Ciuleacu y Vitalie Maistru, de Chisinau, Moldavia. Siempre querían que su hijo tuviera un hermano, pero cuando estaban a punto de comenzar a tratar de tener el segundo, llegó la pandemia.
“Es muy importante contar con un alma gemela en este mundo; yo tengo a mi hermana”, indicó la Sra. Ciuleacu, de 32 años. “Sin embargo, al comienzo de esta crisis, lo último en que habría pensado habría sido en tener otro hijo”.
Las mujeres no sólo están sopesando los riesgos de quedar embarazadas en medio de la pandemia, sino que muchas también enfrentan a mayores cargas económicas. “La pandemia nos obligó a optar por un jardín de infantes privado”, agregó la Sra. Ciuleacu, explicando que tales gastos pueden abrumar a los padres. “Es caro, pero no teníamos otra opción. Sólo de esa manera podíamos seguir trabajando en casa durante la pandemia, ya que las instituciones públicas estaban cerradas”.
Las mujeres de todo el mundo enfrentan variantes del mismo dilema. El aumento de las responsabilidades de cuidado ha obligado a muchas a abandonar la fuerza laboral. Para empezar, otras estaban empleadas de manera precaria o informal; muchos de esos empleos desaparecieron bajo las restricciones de la pandemia. Para estas mujeres, a medida que la pandemia agrava sus cargas y profundiza las desigualdades de género, la opción de convertirse en madres parece cada vez menos probable.
En conjunto, estas dificultades individuales tienen el potencial de remodelar las poblaciones de las comunidades y los países. Esto ha dado lugar a titulares alarmistas en los medios de comunicación tradicionales, al alimentar temores de explosión demográfica o de caída del índice de nacimientos, dependiendo del país. Estas preocupaciones son prematuras, y el alarmismo no tienen fundamento, plantean expertos.
Los limitados datos disponibles actualmente, así como las pruebas de crisis históricas, indican que la pandemia podría tener como resultado una disminución de la fecundidad a corto plazo en muchos países. Otros países están mostrando signos de aumento de los nacimientos, pero es demasiado pronto para sacar conclusiones de largo plazo.
“Lo que debe causar alarma es cuando las mujeres no pueden ejercer sus derechos y sus opciones en la esfera sexual y reproductiva”, manifestó la Directora Ejecutiva del UNFPA, Dra. Natalia Kanem, en una declaración dada a conocer antes del 11 de julio, Día Mundial de la Población, “ya sea porque se interrumpan los servicios de salud, o porque la discriminación de género les impida tomar decisiones sobre el acceso a la atención médica, el uso de anticonceptivos o la relación sexual con su pareja”.
Esto concuerda con los resultados de los investigadores, incluido el académico Tom Emery, cuya investigación en Moldova apoyada por el UNFPA encontró un posible “cambio en la fecundidad, de lo planificado a lo no planificado, y una reducción de la capacidad de las mujeres para tomar decisiones en materia reproductiva”.
En última instancia, la mejor manera de abordar el cambio de la fecundidad es apoyar los derechos humanos y el bienestar de las mujeres y las niñas en todo el mundo. Esto se traduce en acelerar los esfuerzos para empoderar a las mujeres en los ámbitos educativo, económico y político. Significa igualmente apoyar el fin de las prácticas y normas discriminatorias que perjudican a las mujeres en el lugar de trabajo y en el hogar. Supone también abordar sus necesidades de manera holística, desde proporcionar educación integral en sexualidad, hasta asegurar servicios accesibles de salud sexual y reproductiva, en incluso hacer más accesibles los programas de cuidado infantil.
Mientras tanto, los esfuerzos para reforzar la información y los servicios de salud sexual y reproductiva están marcando una diferencia.
En Mozambique, con la visita de una brigada de salud móvil apoyada por el UNFPA a finales de abril, se restableció el acceso de Malula a sus anticonceptivos inyectables. En Venezuela, la Sra. Opikuko recibió información precisa sobre anticonceptivos de un programa de salud apoyado por el UNFPA. “Ese día, llevé a mi marido y le dije que ya era suficiente. Quiero un dispositivo intrauterino”. Poco después se le colocó uno.
Por su parte, la Sra. Ciuleacu también pudo realizar sus sueños. Después de ver a su madre recuperarse de un caso crítico de COVID-19, decidió que estaba dispuesta a asumir los riesgos de tener otro hijo durante la pandemia.
El apoyo confiable de su esposo como pareja y padre fue uno de los factores decisivos, aseguró. “Para una mujer que quiere desarrollar una carrera profesional, el apoyo y la participación igualitaria de la pareja durante el embarazo y el parto son muy importantes al momento de tomar la decisión de tener otro bebé o no”, explicó.
Se prevé que su próximo hijo llegue en noviembre.