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Diez acciones para un mundo más igual
- 16 Octubre 2017
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NACIONES UNIDAS, Nueva York – A menos que se haga frente con urgencia a la desigualdad y se empodere a las mujeres más pobres para que puedan tomar decisiones sobre sus propias vidas, los países corren el riesgo de sufrir disturbios y de poner en peligro la paz y sus objetivos de desarrollo, según el Estado de la Población Mundial 2017, publicado hoy por el UNFPA.
Los costos de las desigualdades, incluidas aquellas en el área de la salud y los derechos sexuales y reproductivos, podrían extenderse a los objetivos de la comunidad global en su conjunto, añade el nuevo informe del UNFPA intitulado “Mundos Aparte: La Salud y los Derechos Reproductivos en Tiempos de Desigualdad.”
La falta de provisión de servicios de salud reproductiva para las mujeres más pobres, incluidos aquellos de planificación familiar, puede debilitar economías y sabotear el avance hacia el Objetivo del Desarrollo Sostenible número uno: eliminar la pobreza.
La desigualdad económica refuerza y se ve reforzada por otras desigualdades, incluidas aquellas en el ámbito de la salud de la mujer, en donde sólo unas cuantas privilegiadas pueden controlar su fecundidad y, en consecuencia, pueden desarrollar habilidades, integrarse a la fuerza laboral remunerada y adquirir poder económico.
La ampliación del acceso a los servicios de salud sexual y reproductiva es solo la mitad de la solución. La otra mitad depende de cómo abordemos las otras dimensiones de la desigualdad de género. Esto nos dará la posibilidad de apoyar a las mujeres pobres a ejercer sus derechos, hacer realidad sus ambiciones y vivir en condiciones de igualdad.
Todos saldremos beneficiados si nos comprometemos a hacer de un ideal esperanzador una realidad universal. Podemos transformar nuestro mundo.
A continuación se presentan 10 acciones para crear un mundo más igual.
Estos derechos se citan en la Declaración Universal de Derechos Humanos, la Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer, el Programa de Acción de 1994 de la Conferencia Internacional sobre la Población y el Desarrollo, así como otros documentos reconocidos de derechos humanos.
Todos los días, 20 000 niñas de menos de 18 años dan a luz en países en desarrollo. Esto equivale a 7,3 millones de partos cada año. Y si se incluyen todas las gestaciones, el número de embarazos en adolescentes es mucho mayor.
Desde 1990 la mortalidad materna en el mundo se ha reducido en un 45%, lo que supone un logro muy importante. A pesar de ello, casi 800 mujeres siguen muriendo cada día por causas relacionadas con los embarazos o los partos, es decir, aproximadamente una mujer cada dos minutos.
El acceso a una planificación familiar segura y voluntaria es un derecho humano. La planificación familiar es fundamental para la igualdad de género y el empoderamiento de la mujer y es un factor clave para reducir la pobreza
Sin embargo, cada año, hay 89 millones de embarazos no deseados y 48 millones de abortos en los países en desarrollo.
Una forma de abordar las desigualdades es de proporcionar protección social universal. Con el objetivo de poner fin a la espiral descendente de la desigualdad, necesitamos un proyecto de sociedades inclusivas y prosperidad compartida que se fundamente en los principios de los derechos humanos y con el sustento de recursos adicionales y dirigidos a metas concretas.
Las normas que potencian la desigualdad por razón de género no solo influyen en la posibilidad de que una mujer se incorpore o no a la fuerza de trabajo, además podrían dictar a qué tipos de trabajo puede optar, determinar el monto de su remuneración e impedir su progreso en el lugar de trabajo. Los países cuyas normas priorizan el empleo de los hombres frente al de las mujeres presentan las desigualdades de género más marcadas en la población ocupada.
Cuando una niña no está escolarizada, pierde la oportunidad de adquirir los conocimientos y capacidades que podrían permitirle desarrollar todo su potencial más adelante.
Además, al no asistir a la escuela, es posible que no reciba la educación integral de la sexualidad y la capacitación en habilidades para la vida que facilitan el aprendizaje sobre el cuerpo y las relaciones de poder y de género. En la escuela, puede adquirir además competencias en materia de comunicación y negociación que, de no tener, la situarían en mayor desventaja al atravesar la adolescencia y llegar a la edad adulta.
Las estadísticas sobre las tasas de participación en la fuerza de trabajo general enmascaran desigualdades considerables en relación con los tipos de trabajo que las mujeres y los hombres emprenden y los riesgos económicos que afectan a algunas categorías de trabajadores.
En comparación con los hombres, cuando las mujeres se incorporan al mercado de trabajo, lo hacen principalmente en empresas familiares y en menor proporción en empleos asalariados o remunerados.
Las leyes pueden reflejar o reforzar las normas o actitudes discriminatorias que bloquean el acceso de las mujeres a la fuerza de trabajo o reducen sus ingresos en relación con los de los hombres. Según el Banco Mundial, en 18 países los hombres pueden impedir legalmente a sus mujeres que trabajen fuera del hogar. Las leyes de algunos países restringen el acceso de las mujeres a los servicios bancarios y de crédito, lo que puede socavar su potencial de obtener ingresos.