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El exilio causa estragos en la salud sexual y reproductiva de los refugiados
- 06 Agosto 2018
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SANLIURFA, Türkiye – las mujeres y las niñas refugiadas se enfrentan a dificultades extraordinarias. Soportan grandes peligros y a menudo una violencia brutal, y muchas de ellas se ven sumidas en la pobreza. Sin embargo, también se enfrentan a otra dificultad más íntima, una de la que rara vez se habla: los efectos del exilio en su salud sexual y reproductiva.
Unos 475 000 refugiados sirios han buscado la seguridad en el desierto de Sanliurfa, Türkiye, a una hora de trayecto de la frontera con Siria. Para satisfacer sus necesidades, el UNFPA está desplegando cuatro espacios seguros para mujeres y niñas en la ciudad, que están respaldados por las Operaciones de Ayuda Humanitaria y Protección Civil de la Comisión Europea (ECHO).
Estos centros ofrecen servicios sociales y de salud para los refugiados, así como otros apoyos. Los pasillos están llenos de mujeres que esperan para ver a los doctores y las parteras en busca de atención ginecológica.
¿Cuál es su mayor queja? Vaginitis: un término genérico para las infecciones por hongos, vaginosis bacteriana y tricomoniasis.
“El principal reto son las infecciones derivadas de la mala higiene”, decía Neval, una partera de apoyo del UNFPA en el espacio seguro de Devtesti. “Las infecciones a menudo empiezan a aparecer en Siria, donde las mujeres no tienen acceso a agua limpia y artículos de higiene”.
No se han realizado estudios sobre la prevalencia de estas infecciones o su relación con las prácticas de higiene. Sin embargo, los trabajadores de salud de varias clínicas dijeron que estas quejas son comunes entre los refugiados y que pueden empeorar debido a las malas condiciones de vida.
Las infecciones también afectan a las refugiadas embarazadas, que se enfrentan a riesgos adicionales, como la malnutrición. “Normalmente, en el caso de las mujeres embarazadas, es muy habitual ver tanto infecciones como anemia”, decía Mesa, otra partera en el centro de Devtesti.
Las infecciones ginecológicas están muy extendidas, según confirman los trabajadores sanitarios en el espacio seguro de Hayati Harrani, en el barrio de Eyyubiye, que tiene una gran concentración de refugiadas sirias.
“El mayor problema que vemos son las infecciones vaginales, la anemia y la malnutrición”, decía Huda, una refugiada siria y partera que trabaja en el centro.
“Hay tratamientos disponibles, pero los casos son simplemente muy numerosos. Este es el reto”, decía la doctora Hadel Bakjaje. Ella dice que ve hasta 15 mujeres al día con vaginitis.
La afección no es simplemente una molestia.
Algunas infecciones, como la vaginosis bacteriana, pueden derivar en enfermedad pélvica inflamatoria y en infertilidad. Otras, como la tricomoniasis, pueden aumentar la vulnerabilidad de las mujeres a las infecciones de transmisión sexual como el VIH y, en el caso de mujeres embarazadas, pueden provocar un peso bajo al nacer y partos prematuros.
“Pueden convertirse en crónicas y provocar abortos y partos prematuros”, decía la doctora Bakjaje. “Hemos visto estas complicaciones”.
La prevalencia de estas enfermedades también indica el bajo estado de las mujeres y las niñas, a las que la pobreza, la vergüenza y la desigualdad de género hacen mella en su capacidad para garantizar incluso sus necesidades higiénicas más básicas.
La mayoría de las familias refugiadas en Sanliurfa eligen vivir fuera de los campamentos de refugiados, con la esperanza de llevar una vida normal. No obstante, muchos no pueden permitirse una vivienda digna.
“Muchos de ellos no viven en pisos. Con frecuencia viven en tiendas desocupadas, de una sola habitación, donde 15-20 personas se aglomeran todas juntas”, explicaba Saha Ciftci, una intermediaria sanitaria del UNFPA que va de puerta en puerta para ayudar a los refugiados a acceder a los servicios sanitarios. “Los almacenes no tienen agua corriente ni servicios públicos”.
Muchas de ellas tienen dificultad para controlar la menstruación o las hemorragias posteriores al parto. “Las madres que acaban de dar a luz y viven en estas condiciones no pueden cuidarse correctamente”, decía Saha Ciftci.
La privacidad es también un problema grave. “A veces, dos familias deben compartir un hogar de alquiler”, apuntaba.
Además, las mujeres a menudo no tienen capacidad para encontrar soluciones duraderas. Las infecciones como la tricomoniasis, por ejemplo, se transmiten sexualmente, pero “los hombres se niegan a recibir tratamiento, de manera que las mujeres se infectan una y otra vez”, explicaba la doctora Bakjaje.
“Los hombres rechazan el tratamiento debido a la vergüenza y la ignorancia”, añadía. “La mentalidad es que las mujeres tienen la culpa, no los hombres. No utilizan preservativos”.
Los cuatro espacios seguros de Sanliurfa forman parte del apoyo del UNFPA a las operaciones de ayuda humanitaria del gobierno de Türkiye. Estos centros sanitarios, operados de forma conjunta con su socio, la universidad de Harran, trabajan para satisfacer las necesidades básicas de las mujeres.
Entre principios de 2017 y mayo de 2018, los centros suministraron servicios de salud sexual y reproductiva a casi 33 000 mujeres y niñas.
El personal también distribuye kits de higiene con jabón, toallas sanitarias, ropa interior y otros productos esenciales. Entre enero y junio se distribuyeron unos 2000 kits de higiene solo en el centro de Hayati Harrani.
También se ofrecen sesiones formativas sobre salud sexual y reproductiva, que abarcan los problemas de higiene, varias veces a la semana.
“Sin embargo, siempre que la situación siga siendo tan grave”, decía Saha Ciftci, “seguirán volviendo a producirse los mismos problemas”.