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La guerra en Ucrania sacude el suministro mundial de alimentos y pone vidas en peligro
- 27 de abril de 2022
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DISTRITO AL MUFTAH, gobernación de Hajjah, Yemen – A los 16 años, Thekra Obied era una boca más que alimentar en su empobrecida familia, por lo que la casaron con Ahmed, un recolector de madera que le llevaba 15 años de edad. A los 19 años Thekra quedó embarazada de su primer hijo, pero apenas podían cubrir el costo de los alimentos con el salario de Ahmed, inferior a 5 dólares estadounidenses al mes en un país asolado por el conflicto y con una desenfrenada tasa de desempleo.
“Se hizo cada vez más difícil garantizar que contaríamos con alimentos básicos, ya que el precio de estos seguía aumentando”, explicó Ahmed. “No puedo dormir, preguntándome, '¿perecerá mi familia por falta de alimentos?'”
Durante los nueve meses de su embarazo, la Sra. Obied comió sólo tomates y patatas, lo que dio lugar a anemia y malnutrición aguda. Al momento de dar a luz, pesaba 40 kilogramos (unas 88 libras).
Las consecuencias de la guerra en Ucrania están teniendo un creciente efecto de onda hacia el exterior, a miles de kilómetros y continentes de distancia de las sirenas que avisan de asalto aéreo y los disparos que se han convertido en parte de la banda sonora diaria.
Ucrania y Rusia se encuentran entre los principales proveedores de alimentos del planeta, pues suministran el 30 % del trigo y el 20 % del maíz que el mundo consume. También suministran tres cuartos del girasol y una tercera parte de la cebada. Un informe del Programa Mundial de Alimentos (PMA) estima que 13,5 millones de toneladas de trigo y 16 millones de toneladas de maíz siguen atascados allí.
De los 52 países que probablemente vean un aumento de la inseguridad alimentaria en los próximos seis meses, 18 presentan un índice “alto” de gravedad; entre estos figuran Afganistán, Siria y Kenya. Siete países (entre ellos el Líbano y Sudán) importan más del 50 % de sus necesidades de trigo de Ucrania o Rusia y “probablemente sean los primeros que sufran repercusiones de la crisis en términos de precios y/o escasez de los alimentos”. A largo plazo, los precios mundiales de los alimentos se dispararán aún más como resultado del papel que desempeña Rusia como principal productor de fertilizantes necesarios para los cultivos.
Según el PMA, 276 millones de personas en todo el mundo ya padecen grave inseguridad alimentaria; esa cifra aumentaría en otros 33 millones de personas en 81 países si la guerra termina en el curso de este mes. Más allá de abril, ese número sumaría 47 millones de personas más que habrían de enfrentar grave inseguridad alimentaria. En ambos casos, el África subsahariana es la región más afectada. El costo de la cesta de alimentos ha aumentado, especialmente en Etiopía (en un 66 %), ya que hasta 6,5 millones de personas padecen grave inseguridad alimentaria, y en Somalia (en un 36 %), donde más de 6 millones de personas padecen, por igual, grave inseguridad alimentaria.
Desde que estalló la guerra en Yemen, en 2015, la mayor parte de la población del país ha dependido de ayuda alimentaria humanitaria. Yemen importa más de la mitad de su trigo de Ucrania y Rusia, y los precios siguen aumentando. Entre mediados de febrero y mediados de marzo ha aumentado el precio de dos alimentos básicos: el aceite de cocina un 36% y la harina de trigo un 11 %.
Este año, aproximadamente 19 millones de personas (el 59 % de la población de Yemen) necesitarán ayuda alimentaria, mientras se estima que 1,3 millones de mujeres embarazadas y lactantes ya están gravemente desnutridas.
Para cuando la Sra. Obied entró en el labor de parto, hace unas semanas, se estaba desmayando frecuentemente, y estaba demasiado débil para soportar el dolor de las contracciones. El transporte al Hospital Bani Al Shamakh, a 30 kilómetros de distancia, costó 66 dólares estadounidenses y tuvieron que pedir prestado a un vecino. “Cuando Thekra entró, sintió miedo; estaba exhausta, débil y en estado crítico”, afirmó Arzaq, una partera.
La propia Sra. Obied estaba “segura de que no sobreviviría. De camino al hospital, dejé de sentir que estaba viva. Sólo oía el eco de la voz de mi marido”, relató.
El equipo de obstetricia de emergencia puso manos a la obra inmediatamente y descubrió que el cordón umbilical estaba envuelto alrededor del cuello del bebé, cuyos latidos se iban desacelerando. “Thekra pasó por una labor de parto delicada”, admitió el Dr. Hadeel ginecólogo/obstetra. “El feto estaba agotado debido a su deficiente ingesta nutricional durante el embarazo, lo cual da lugar a un crecimiento fetal extremadamente lento y aumenta las posibilidades de un natimuerto”.
El equipo médico del centro de salud, apoyado por el UNFPA, con financiación de la Unión Europea, recibió a una criatura de 2 kilogramos (4,4 libras), pero la Sra. Obied comenzó a sangrar gravemente. “Vivirás y criarás a tu hijo tú misma”, le dijo Wafa’a, otra partera. “No lo perderemos".
La Sra. Obied agradece que ella y su nuevo hijo sobrevivieran, pero el futuro se prefigura difícil. “Criar a un niño en una situación tan catastrófica es una pesada carga sobre nuestros hombros”, dijo. “A veces no sabemos de dónde vendrá la siguiente comida. Espero que las cosas mejoren antes de que el hambre abra sus oscuras alas”.