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Tras erupción del Volcán de Fuego, aumentan los riesgos para mujeres y niñas
- 05 Julio 2018
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ESCUINTLA, Guatemala – Marta Leiva descansa sobre un colchón colocado en el suelo del albergue, con la espalda apoyada en dos bolsas grandes, llenas de ropa donada. La acompañan sus dos hijas, su esposo y su hermana.
Ese colchón y las bolsas de ropa son las únicas pertenencias que tiene su familia. Lo perdieron todo hace dos semanas, cuando su vivienda fue destruida por los flujos de ceniza hirviendo que bajaron del Volcán de Fuego hacia la aldea El Rodeo, en Escuintla, Guatemala.
Según los últimos informes de la ONU, 1,7 millones de personas se han visto afectadas por el desastre. Más de 100 personas han muerto y casi 200 están desaparecidas. Unas 3.600 personas viven actualmente en albergues creados por el gobierno guatemalteco.
La Escuela Tipo Federación José Martí, donde está refugiada Marta y su familia es el albergue más grande habilitado por la emergencia. Ahí el UNFPA ha comenzado a brindar atención psicosocial a las personas afectadas por la erupción y a apoyar las medidas para prevenir la violencia de género en los albergues, a través de una alianza con el Equipo de Estudios Comunitarios y Acción Psicosocial, ECAP.
“Estas personas se encuentran en una situación muy difícil, no solo por lo que han vivido con la erupción del volcán y porque han muerto sus seres queridos, si no porque en algunos casos ellos no podrán volver a sus hogares. Esto requiere un proceso para poder enfrentarlo y salir adelante”, explica Verónica Simán, representante de país del UNFPA.
Muchas de las personas albergadas continúan sin poder llorar la pérdida de sus familiares y expresar sus miedos. Por las noches, los niños y niñas rompen en llanto o reviven los momentos traumáticos que vivieron.
Durante las emergencias, el riesgo de sufrir violencia aumenta para mujeres y niñas, por lo que informar a lideres y lideresas, como personal institucional a cargo de los albergues es una acción central.
En las primeras semanas después de la erupción, los albergues han reportado varios casos de violencia contra las mujeres que preocupan a las autoridades.
“Las personas enfrentan las emociones de dolor y duelo de distinta manera. En el caso de una sociedad con una carga fuerte de machismo como la nuestra, se enseña a las mujeres a reaccionar con el llanto y a los hombres con los gritos. Una señora que atendimos tras un evento de violencia me decía: No sé qué hacer, porque no puedo evitar llorar todo el tiempo y mi esposo se molesta conmigo por eso”, explica Yadira Monterroso, parte del equipo de atención psicosocial de ECAP, organización socia de UNFPA.
En la organización de los albergues la participación de las mujeres también se ve limitada por el autoritarismo de sus pares, dice la psicóloga. “Aunque se nombre a mujeres como encargadas de algún área del albergue, acuden a sus esposos, como si ellos hubieran sido nombrados en vez de ellas”, indica.
El UNFPA trabaja con ECAP para prevenir y combatir la violencia de género. Educan al personal del refugio y a los líderes de la comunidad sobre los riesgos para las mujeres y sensibilizan a los desplazados internos sobre la necesidad de poner fin a la violencia, reconocerla y buscar ayuda.
El UNFPA y el ECAP también están trabajando con albergues para mejorar la seguridad y establecer mecanismos de respuesta.
Algunas medidas de protección ya estaban en su lugar. Antes de la erupción, el UNFPA había trabajado con las autoridades nacionales para aplicar directrices sobre la lucha contra la violencia de género en crisis humanitarias.
"Estamos trabajando con CONRED, el organismo responsable de la prevención de desastres en Guatemala, para diseminar información sobre este tema en albergues", dijo el Dr. Simán. "También hemos capacitado a proveedores de atención médica"
Sin embargo, las actitudes tradicionales son profundas.
Con frecuencia se culpa a las mujeres y las niñas cuando son blanco de la violencia. Y aunque la participación de las mujeres en las operaciones de refugio puede ayudar a que los servicios sean más sensibles al género, a veces los hombres intervienen.
"Cuando las mujeres tienen la responsabilidad de administrar un área específica del refugio, siempre acuden a sus maridos en busca de orientación, como si estuvieran designadas para hacer este trabajo", dijo la Sra. Monterroso.
El UNFPA también está trabajando con el Ministerio de Salud para desplegar clínicas móviles en albergues. Estas unidades móviles comparten información sobre la salud sexual y reproductiva, incluida la planificación familiar, y brindan servicios prenatales a mujeres embarazadas.
Estos servicios tranquilizan a la Sra. Leiva.
Ella dice que no le preocupa el embarazo porque el personal de la clínica móvil brinda atención frecuente.
Le dijo al UNFPA que esperaba que su familia fuera trasladada a un lugar más privado antes de que llegara el bebé.
A pesar de las pérdidas, dice, la mayor parte de su familia logró sobrevivir y su esposo podrá continuar con su trabajo como taxista. Quizá en unos años podrán volver a construir un hogar en un sitio seguro.
Una de sus hijas se acuesta en su regazo y le hace cosquillas en el vientre, y Marta ríe. “En medio de todo por lo menos nos tenemos a nosotros”, dice.