La realidad es que, en muchas ocasiones, la fecundidad deseada de las mujeres y la real no coinciden. Que las tasas de natalidad aumenten o desciendan en exceso puede ser una señal de alarma de que se está recortando la libertad reproductiva de las mujeres, sea en un sentido o en el otro; esto acarrea graves consecuencias para su cuerpo, su futuro, su familia y su comunidad.
Cabe mencionar que, con frecuencia, el número de hijos que las mujeres desean tener no se menciona en los debates sobre la tasa de natalidad.
Si formulamos políticas demográficas sin antes averiguar las preferencias de las personas con respecto a su cuerpo y su futuro, pasaremos por alto un aspecto fundamental: para lograr una población tan sana y empoderada como sea posible, con capacidad para aportar contribuciones, innovaciones y prosperidad, el cumplimiento de sus derechos y el respeto a sus decisiones son requisitos ineludibles.
Como mujer, me cuesta mucho hacerme a la idea de que casarme y tener hijos afecte enormemente a mi trayectoria profesional, algo inaudito para los hombres. No quiero tener que escoger entre una familia y mi carrera”.
Una buena parte de nuestra cultura gira en torno a los niños, así que cuando no los tienes… Pues se dan situaciones incómodas y la gente no sabe cómo reaccionar ni qué pensar, porque está claro que no terminas de encajar”.
El otro día hablaba con mis amigos sobre una conocida. Le han extirpado el útero y, para poder tener hijos, su única opción es recurrir a una madre subrogante. Todos mis amigos pensaban lo mismo: «¡Qué barbaridad! ¡Ninguna mujer decente sería capaz de gestar a un bebé, dar a luz y renunciar a él!»”.
Es el blanco de las burlas si [está embarazada y] no está casada, sobre todo en la adolescencia. Le dará vergüenza salir y se quedará en casa porque (los demás) no dejarán de mirarla, chismorrear… insultarla y reírse de ella. Las cosas cambiarán porque nadie quiere que le vean con una mala mujer”.
Cuando me enteré de que estaba embarazada, la doctora se portó fatal conmigo… Fue quien me dijo: «No puedes seguir adelante con el embarazo». Habló con el padre [del bebé] y conmigo para convencernos de que no podíamos tener un hijo, que íbamos a echar a perder nuestra vida”.
Me preguntaron si tenía hijos y entonces me contestaron que no era normal que una mujer no quisiera ser madre”.
No tener hijos fue devastador y pasé años llorando, pero la discriminación y la marginación que sufres es inconcebible. La gente es sumamente desagradable; jamás te imaginarías hasta qué punto. Jamás… Te martillean siempre con lo mismo: no eres una adulta de verdad —eso es cosa de padres y madres— y no tienes ni idea de lo que es el amor”.
Pensaba que tenía todo el tiempo del mundo para casarme y di prioridad a mi trayectoria profesional, pero ahora estoy a punto de cumplir 40 años. Tengo pareja estable desde hace mucho tiempo, pero no nos conceden una ayuda económica para un tratamiento de infertilidad porque no estamos legalmente casados. Quiero una sociedad en la que las parejas reciban el mismo trato que los matrimonios”.
Muchas personas piensan que soy rara porque nunca he querido tener hijos. No tienen buena opinión de mí y juzgan mi vida. Algunas parecen sentir lástima por mí y otras son francamente hostiles”.